SOLO REFORMAS DE PAPEL
Cuando un Estado está plagado de injusticia, desigualdad, discriminación, violencia y corrupción, con la consiguiente violación de los más elementales derechos humanos de muchos de sus pobladores, hablar de la trasformación a la administración de Justicia de forma aislada - como si en él no sucediese nada- es un verdadero desliz, porque a los detentadores de poder no les interesan innovaciones en ningún plano: social, económico o político.
Es más, como la máquina existente funciona acorde con el querer de quienes la controlan, tampoco amerita preguntarse cuál es el tipo de juez o de fiscal que se requiere, o cómo lograr que el engranaje judicial funcione de verdad, porque los burócratas actuales son muy funcionales a ese sistema descompuesto; por eso, muchos de ellos son acríticos, déspotas, mediocres, amigos de la molicie o de roer incisos y parágrafos.
Para nada, pues, interesa una judicatura comprometida con el cambio social, cuestionadora, que reivindique los derechos y las garantías, y que pelee al lado de los pisoteados; allí solo encajan servidores dóciles y obsecuentes que sepan prosternarse y estén siempre dispuestos a obedecer el último “precedente judicial” -so pena de que los investiguen por “prevaricadores”- o, peor aún, a complacer a los siempre sedientos medios de comunicación.
Por eso, los dos proyectos de acto legislativo radicados en el Congreso estos días para reformar a la Justicia (uno, por dos ministras del Gobierno y, otro, por Cambio Radical), decepcionan desde su primera lectura porque no contienen ninguna promesa de transformarla de manera seria e integral y apenas sí se adivinan algunas primicias muy puntuales, en medio del maquillaje normativo buscado: eliminación de facultades electorales, aumento de inhabilidades, introducción de períodos institucionales, más disciplina judicial, priorización de procesos para las altas cortes, etc.
Pero también se ven crasas equivocaciones: volver a los jueces de control de garantías sentenciadores, cuando el imputado acepta los cargos formulados; tornar obligatorio el precedente judicial para que los magistrados se sientan más “ingleses” y así puedan vivir en un “reino unido”. Además: recortes descocados a la acción de tutela, pero no la erradicación de las vulneraciones de derechos que son responsables de sus desbordamientos; compilaciones legislativas dizque para combatir la inflación en este campo; descongestión judicial improvisada con abogados en ejercicio; sutiles afeites a la comisión de acusaciones, etc.
Por eso, la farragosa Exposición de Motivos del improvisado proyecto oficial es superficial y no contiene ninguna evidencia empírica, solo abundantes facundias; obsérvense estos aderezos: La reforma a la justicia “es un clamor ciudadano y una necesidad sentida de la Nación” la cual “requiere que todos los actores de la vida pública hagan unos acuerdos mínimos en un gran Pacto Nacional por la Justicia”.
O cuando se defiende el Proyecto porque “está pensado en (sic) el bienestar de todos los colombianos que acceden a la justicia”, o se postula que los magistrados son “el referente ético de nuestra sociedad” y se busca “una justicia pronta, de calidad y cercana al ciudadano” (páginas 17, 18, 19 y 28). Lo mismo sucede con la otra propuesta, para la cual “la seguridad jurídica” “constituye un componente esencial de un Estado de Derecho y del funcionamiento ordenado de las instituciones” (página 8) por lo que, “para salvaguardarla”, es necesario emprender a como dé lugar las acciones planteadas.
Las iniciativas, pues, solo son verdaderas expresiones del populismo normativo, meros guiños a la bandera para hacerle creer al conglomerado que algo se hace, así sus promotores sepan de antemano que ese ejercicio no conduce a nada; es más, la lectura de ambas piezas deja la amarga sensación de que no se quiere tocar a los estamentos judiciales y sus carteles de la toga, antes, por el contrario, se busca fortalecerlos. Por eso, para no morir de tedio, es mejor despedirse hoy con la cantante Silvana
Di Lorenzo cuando musita tierna al oído: “…No cambias más... No cambias más... palabras, palabras y tan solo palabras…” ■
La lectura de ambas piezas deja la amarga sensación de que no se quiere tocar a los estamentos judiciales y sus carteles de la toga...