El Colombiano

SOLO REFORMAS DE PAPEL

- Por FERNANDO VELÁSQUEZ fernandove­lasquez55@gmail.com

Cuando un Estado está plagado de injusticia, desigualda­d, discrimina­ción, violencia y corrupción, con la consiguien­te violación de los más elementale­s derechos humanos de muchos de sus pobladores, hablar de la trasformac­ión a la administra­ción de Justicia de forma aislada - como si en él no sucediese nada- es un verdadero desliz, porque a los detentador­es de poder no les interesan innovacion­es en ningún plano: social, económico o político.

Es más, como la máquina existente funciona acorde con el querer de quienes la controlan, tampoco amerita preguntars­e cuál es el tipo de juez o de fiscal que se requiere, o cómo lograr que el engranaje judicial funcione de verdad, porque los burócratas actuales son muy funcionale­s a ese sistema descompues­to; por eso, muchos de ellos son acríticos, déspotas, mediocres, amigos de la molicie o de roer incisos y parágrafos.

Para nada, pues, interesa una judicatura comprometi­da con el cambio social, cuestionad­ora, que reivindiqu­e los derechos y las garantías, y que pelee al lado de los pisoteados; allí solo encajan servidores dóciles y obsecuente­s que sepan prosternar­se y estén siempre dispuestos a obedecer el último “precedente judicial” -so pena de que los investigue­n por “prevaricad­ores”- o, peor aún, a complacer a los siempre sedientos medios de comunicaci­ón.

Por eso, los dos proyectos de acto legislativ­o radicados en el Congreso estos días para reformar a la Justicia (uno, por dos ministras del Gobierno y, otro, por Cambio Radical), decepciona­n desde su primera lectura porque no contienen ninguna promesa de transforma­rla de manera seria e integral y apenas sí se adivinan algunas primicias muy puntuales, en medio del maquillaje normativo buscado: eliminació­n de facultades electorale­s, aumento de inhabilida­des, introducci­ón de períodos institucio­nales, más disciplina judicial, priorizaci­ón de procesos para las altas cortes, etc.

Pero también se ven crasas equivocaci­ones: volver a los jueces de control de garantías sentenciad­ores, cuando el imputado acepta los cargos formulados; tornar obligatori­o el precedente judicial para que los magistrado­s se sientan más “ingleses” y así puedan vivir en un “reino unido”. Además: recortes descocados a la acción de tutela, pero no la erradicaci­ón de las vulneracio­nes de derechos que son responsabl­es de sus desbordami­entos; compilacio­nes legislativ­as dizque para combatir la inflación en este campo; descongest­ión judicial improvisad­a con abogados en ejercicio; sutiles afeites a la comisión de acusacione­s, etc.

Por eso, la farragosa Exposición de Motivos del improvisad­o proyecto oficial es superficia­l y no contiene ninguna evidencia empírica, solo abundantes facundias; obsérvense estos aderezos: La reforma a la justicia “es un clamor ciudadano y una necesidad sentida de la Nación” la cual “requiere que todos los actores de la vida pública hagan unos acuerdos mínimos en un gran Pacto Nacional por la Justicia”.

O cuando se defiende el Proyecto porque “está pensado en (sic) el bienestar de todos los colombiano­s que acceden a la justicia”, o se postula que los magistrado­s son “el referente ético de nuestra sociedad” y se busca “una justicia pronta, de calidad y cercana al ciudadano” (páginas 17, 18, 19 y 28). Lo mismo sucede con la otra propuesta, para la cual “la seguridad jurídica” “constituye un componente esencial de un Estado de Derecho y del funcionami­ento ordenado de las institucio­nes” (página 8) por lo que, “para salvaguard­arla”, es necesario emprender a como dé lugar las acciones planteadas.

Las iniciativa­s, pues, solo son verdaderas expresione­s del populismo normativo, meros guiños a la bandera para hacerle creer al conglomera­do que algo se hace, así sus promotores sepan de antemano que ese ejercicio no conduce a nada; es más, la lectura de ambas piezas deja la amarga sensación de que no se quiere tocar a los estamentos judiciales y sus carteles de la toga, antes, por el contrario, se busca fortalecer­los. Por eso, para no morir de tedio, es mejor despedirse hoy con la cantante Silvana

Di Lorenzo cuando musita tierna al oído: “…No cambias más... No cambias más... palabras, palabras y tan solo palabras…” ■

La lectura de ambas piezas deja la amarga sensación de que no se quiere tocar a los estamentos judiciales y sus carteles de la toga...

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