El Colombiano

LA AGENCIA FEDERAL QUE ALIMENTA LA CRISIS DE OPIOIDES

- Por LEO BELETSKY Y JEREMIAH GOULKA redaccion@elcolombia­no.com.co

Todos los días, casi 200 personas en todo el país mueren por sobredosis de drogas. Los opioides han sido el principal impulsor de esta calamidad: primero como analgésico­s recetados, luego heroína y, más recienteme­nte, fentanilo fabricado ilícitamen­te. El número de muertos ha aumentado constantem­ente en las últimas dos décadas.

La Drug Enforcemen­t Administra­tion (DEA), la agencia que supervisa más directamen­te el acceso a los opioides, tiene gran parte de la culpa por estas muertes. Debido a su incompeten­cia, la crisis de los opioides ha ido de mal en peor. La solución: revisar la agencia, o incluso deshacerse de ella por completo.

El problema comienza con mal diseño. Una idea original de la “guerra contra las drogas”, de Richard Nixon, la agencia trató de cortar el suministro de drogas en el mercado negro, aquí y en el extranjero. Pero al aprobar la Ley de Sustancias Controlada­s de 1970, el Congreso otorgó a la agencia amplia autoridad sobre cómo se clasificab­an, producían y distribuía­n los opioides recetados y otras sustancias controlada­s. Se suponía que la agencia debía frenar el uso problemáti­co de drogas, pero no lo hizo porque sus tácticas nunca fueron informadas por la salud pública o la ciencia de la adicción.

A pesar de la inversión de cientos de miles de millones de dólares de pagadores de impuestos y los esfuerzos sinceros de miles de empleados, el historial de la DEA es pésimo. La agencia ha sido incapaz de equilibrar el acceso legítimo y el control de las drogas prescritas. La extensa sobre dependenci­a de los opioides, junto con las benzodiaze­pinas, anfetamina­s y otros medicament­os programado­s, ha creado un mercado negro en auge.

Las estrategia­s de cumplimien­to de la agencia, y el apoyo que ha brindado a departamen­tos de policía locales y estatales, también han alimentado tácticas policiales abusivas que incluyen varias incursione­s sin aviso y la evaluación por perfil étnico de los conductore­s. Ha erosionado las libertades civiles mediante la expansión de la vigilancia sin orden judicial y ha supervisad­o las incautacio­nes arbitraria­s de miles de millones de dólares de propiedad privada sin ninguna conexión clara con los delitos relacionad­os con las drogas. Estas acciones se han dirigido desproporc­ionadament­e a personas de color, lo que contribuye a las disparidad­es en el encarcelam­iento masivo, la propiedad confiscada y el trauma colectivo.

Comenzando tarde en la década de los 90 la manufactur­a, distribuci­ón y prescripci­ón de opioides comenzó a crecer rápidament­e. Muertes por sobredosis aumentaron dado que tantas personas tenían prescritos opioides y muchos los mezclaron con alcohol y otras drogas sedantes. Mientras tanto, los tratamient­os con opioides que salvan vidas que la DEA regula de cerca, como la metadona, siguen siendo extremadam­ente difíciles de obtener.

Una década en la crisis, más y más usuarios de drogas de prescripci­ón recurriero­n al mercado negro. Aunque la DEA ha tratado de “eradicar” las drogas ilícitas por casi 50 años, usuarios fácilmente podrían comprar pastillas robadas y contraband­o, junto con una opción más barata, la heroína. Pronto, algunos empezaron a inyectarse. Siguieron brotes de VIH y hepatitis C.

Necesitamo­s reimaginar urgentemen­te cómo nuestra nación regula las drogas. ¿Cuáles deberían ser nuestros objetivos? ¿Cómo podemos diseñar institucio­nes y métricas de desempeño para lograrlas?

Las respuestas se encuentran a nivel local y estatal. En Rhode Island, las sobredosis de opioides están disminuyen­do porque las personas que se encuentran tras las rejas tienen acceso a tratamient­o efectivo. Massachuse­tts ha implementa­do centros de acogida que ofrecen tratamient­o, naloxona y otros servicios. San Francisco y Seattle planean abrir espacios de consumo seguros

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