INCAUTACIÓN DE LA DOSIS MÍNIMA
El presidente de la República anunció que, en cumplimiento de una promesa de campaña, expedirá un decreto en los próximos días que busca bajar el consumo de narcóticos. Para lograrlo, el decreto que en borrador le ha sido presentado a la opinión pública, confiere facultades a la Policía Nacional para incautar y destruir la droga que, aunque sea igual a la dosis mínima, le sea encontrada a un individuo, si no acredita, con certificado médico, que es drogodependiente. Nadie imagina el sistema de salud atiborrado de consumidores en busca de certificación. Y, ¿cuál será el método para establecer esa condición?: ¿pruebas de sangre?, ¿esfuerzo?, ¿saliva?, ¿declaración jurada?
El argumento jurídico de la norma que se propone, es el hecho de que quien porta la dosis personal (aun en las cantidades excluidas de prohibición legal, según decisión de la Corte Constitucional, contenida en la sentencia C-221 de 1994), incurre en un comportamiento “contrario a la convivencia ciudadana”.
Vista así, la norma constituye un remedio peor que la enfermedad, porque en lugar de bajar el consumo, incrementa las ventas de sustancias ilícitas. Lo primero que debe aclararse es que el consumidor de narcóticos no los busca por capricho, sino merced a la compulsión de la dependencia a la que está sometido. Como el fumador, el drogodependiente consume, porque su cuerpo y su cerebro se lo reclaman para mitigar el síndrome que la dependencia le ocasiona.
Despojar de su dosis personal al drogadicto, no acaba con el vicio, no acaba con la dependencia, ni contribuye eficazmente al control del tráfico de drogas. En cambio, sí aumentará exponencialmente las ventas de estupefacientes, las ganancias de expendedores y jíbaros e incentivará la corrupción policial.
Perseguir al consumidor, es mejorarle el negocio al expendedor. Quitarle al drogodependiente su pócima de droga, no hará que este decline en su pretensión de consumirla, sino que hará que se ingenie la manera de hacerse a la dosis que su condición de adicto le impone. Si a un drogadicto diez veces le quitan su droga, diez veces la buscará.
No es destruyéndole el cigarrillo al fumador como se salva del cáncer a la humanidad, no es persiguiendo al adicto como se gana la guerra contra la drogadicción. De esa manera solo se mejoran las ventas de drogas y se incrementa de manera exponencial el riesgo de corrupción policiva, médica o clínica.
Felices van a ponerse los proveedores y mercaderes de drogas con esta norma que se anuncia. Ellos la expenden, la policía incauta, los médicos certifican, y la victima corre otra vez a comprar la dosis que necesita para calmar el síndrome de abstinencia, porque el que padece un vicio, arrastra un yugo
Despojar de su dosis personal al drogadicto no acaba con el vicio, no acaba con la dependencia ni contribuye al control del tráfico de drogas.