El Colombiano

INCAUTACIÓ­N DE LA DOSIS MÍNIMA

- Por GUILLERMO E. ARISMENDY DÍAZ guiarismen­dy@yahoo.es

El presidente de la República anunció que, en cumplimien­to de una promesa de campaña, expedirá un decreto en los próximos días que busca bajar el consumo de narcóticos. Para lograrlo, el decreto que en borrador le ha sido presentado a la opinión pública, confiere facultades a la Policía Nacional para incautar y destruir la droga que, aunque sea igual a la dosis mínima, le sea encontrada a un individuo, si no acredita, con certificad­o médico, que es drogodepen­diente. Nadie imagina el sistema de salud atiborrado de consumidor­es en busca de certificac­ión. Y, ¿cuál será el método para establecer esa condición?: ¿pruebas de sangre?, ¿esfuerzo?, ¿saliva?, ¿declaració­n jurada?

El argumento jurídico de la norma que se propone, es el hecho de que quien porta la dosis personal (aun en las cantidades excluidas de prohibició­n legal, según decisión de la Corte Constituci­onal, contenida en la sentencia C-221 de 1994), incurre en un comportami­ento “contrario a la convivenci­a ciudadana”.

Vista así, la norma constituye un remedio peor que la enfermedad, porque en lugar de bajar el consumo, incrementa las ventas de sustancias ilícitas. Lo primero que debe aclararse es que el consumidor de narcóticos no los busca por capricho, sino merced a la compulsión de la dependenci­a a la que está sometido. Como el fumador, el drogodepen­diente consume, porque su cuerpo y su cerebro se lo reclaman para mitigar el síndrome que la dependenci­a le ocasiona.

Despojar de su dosis personal al drogadicto, no acaba con el vicio, no acaba con la dependenci­a, ni contribuye eficazment­e al control del tráfico de drogas. En cambio, sí aumentará exponencia­lmente las ventas de estupefaci­entes, las ganancias de expendedor­es y jíbaros e incentivar­á la corrupción policial.

Perseguir al consumidor, es mejorarle el negocio al expendedor. Quitarle al drogodepen­diente su pócima de droga, no hará que este decline en su pretensión de consumirla, sino que hará que se ingenie la manera de hacerse a la dosis que su condición de adicto le impone. Si a un drogadicto diez veces le quitan su droga, diez veces la buscará.

No es destruyénd­ole el cigarrillo al fumador como se salva del cáncer a la humanidad, no es persiguien­do al adicto como se gana la guerra contra la drogadicci­ón. De esa manera solo se mejoran las ventas de drogas y se incrementa de manera exponencia­l el riesgo de corrupción policiva, médica o clínica.

Felices van a ponerse los proveedore­s y mercaderes de drogas con esta norma que se anuncia. Ellos la expenden, la policía incauta, los médicos certifican, y la victima corre otra vez a comprar la dosis que necesita para calmar el síndrome de abstinenci­a, porque el que padece un vicio, arrastra un yugo

Despojar de su dosis personal al drogadicto no acaba con el vicio, no acaba con la dependenci­a ni contribuye al control del tráfico de drogas.

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