LAS “MALAS” NOTICIAS
La gente se queja mucho del periodismo de las “malas” noticias. “¿Es que no hay nada bueno?”, preguntan. Pero hay que diferenciar. Una cosa, además indigerible, es cuando las noticias cuentan al detalle asesinatos, violaciones, descuartizamientos, masacres, robos y secuestros del día anterior. Ese periodismo amarillista, que busca exacerbar el morbo, es completamente indeseable. Pero otra cosa es el periodismo de denuncia que para algunos termina convirtiéndose en periodismo de, también, “malas” noticias. “¡Es que esos periodistas no ven nada bueno!, ¡parecen unos amargados!”.
Pero este último periodis- mo es completamente necesario en un tiempo como este, cuando los poderosos y las instituciones públicas quieren esconder o disimular malas prácticas que afectan a la comunidad usando un arsenal mediático para bombardear al público con “información positiva” para su beneficio.
Si no fuera por los periodistas que denuncian, o que ponen a la gente a pensar, la comunidad no tendría manera de conocer o entender la corrupción de los poderosos cuando engañan o manipulan a la gente; o cuando manejan como un asunto privado, los bienes públicos. Ese periodismo es como un inmenso reflector que ilu- mina para impedir que los ladrones se acerquen, mostrar cuando están robando o denunciar que ya robaron. A los malosos no les gusta la luz.
También sucede que a muchos comunicadores y asesores, por estar trabajando en ciertas empresas, instituciones o proyectos, les toca, en momentos determinados y por lealtad empresarial, servir de amplificadores de información incompleta o distorsionada; o inventarse estrategias para desviar la atención, para que el escándalo sea menos escandaloso, para que lo malo sea menos visible, para que el jefe afectado o la situación pasen de agache. ¿Qué irán a sentir cuando ya no estén ahí y entiendan que fueron usados en una desafortunada coyuntura y que sus capacidades profesionales no sirvieron a la comunidad o incluso en contra de esta?
¿A qué horas estos ciudadanos formados en instituciones educativas de primera categoría llegan a las entidades, públicas o privadas, para no servir a la gente ni para poner al servicio de todos (solo de unos pocos o de intereses particulares) los conocimientos aprendidos en los pregrados y posgrados? ¿Para qué estudiaron, si no era para hacer de este un mundo mejor de lo que encontraron, para todos y no para unos pocos?