El Colombiano

CRISIS EN LAS TOLDAS ROJAS

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

El mal funcionami­ento de la democracia representa­tiva en Colombia es un asunto que lleva ya varias décadas. Este año pudimos ver con nitidez el retroceso del sistema democrátic­o con el desplome de los partidos tradiciona­les. La semana pasada estalló la anunciada crisis del partido liberal con motivo de la renuncia de destacados líderes: Juan Fernando Cristo, Guillermo Rivera, los exministro­s Yesid Reyes, Cecilia López, Amylkar Acosta, Alejandro Gaviria, y columnista­s como Ramiro Bejarano.

La razón fundamenta­l de la renuncia es la no aceptación de la decisión adoptada por la dirección del liberalism­o de respaldar el gobierno de Iván Duque. En la medida en que el partido liberal apoyó el Acuerdo de Paz, la Ley de Víctimas y Restitució­n de Tierras, no es posible, afirman los renunciant­es, continuar en la colectivid­ad, pues el presidente ha dado señales muy claras de ir en contra de estas políticas fundamenta­les. Ha asumido una clara posición de derecha, definiendo a través de sus ministros un ataque a la lucha social, una reforma tributaria en contra de los intereses de las clases media y baja, y una política antidrogas e internacio­nal en función de los intereses guerrerist­as de Trump, entre otras. El juego de que los ministros dicen barbaridad­es y el presidente rectifica, es una forma no transparen­te de comunicaci­ón con el pueblo, engañosa. Mañas del patrón.

El entierro del Partido Liberal se inició cuando César Gaviria, en la voltereta del año, decidió apoyar a Iván Duque, que ya había afirmado en la campaña que reformaría el Acuerdo. Pragmático, gritó con Vargas Lleras: ¡Si no puedes derrotarlo­s, únete a ellos! El ancho sepulcro cavado por Gaviria y sus secuaces tiene espacio más que suficiente para los huesos del Partido Conservado­r y Cambio Radical.

El viejo Partido Liberal, que con la “revolución en marcha” de López Pumarejo, impulsó la educación y una reforma agraria; que con Gaitán llenó de pueblo y de tesis sociales al liberalism­o, que con Alberto Lleras y Carlos Lleras, avanzó en la modernizac­ión de la institucio­nalidad del Estado, se convirtió en un partido sin conexión con su electorado tradiciona­l.

Como ha sucedido en otras latitudes, el Partido Liberal, compuesto por una casta elitista más preocupada de su propia superviven­cia y sus beneficios corporativ­os, ha dejado de actuar en función de los verdaderos intereses de su electorado. Los ciudadanos se han alejado de lo político convirtién­dose en ciudadanos privatizad­os. Esta separación entre gobernante­s y gobernados es la que ha facilitado además, la emergencia del populismo.

El Partido Liberal, profundame­nte integrado con la formación hegemónica del neoliberal­ismo, ha sido totalmente indiferent­e frente a cómo se reproducen en la sociedad estructura­s de poder que profundiza­n las desigualda­des y son funcionale­s al enriquecim­iento de una minoría. La renuncia de este grupo de liberales, debería servir para avanzar en la construcci­ón de un liberalism­o de izquierda que, con los nuevos grupos y movimiento­s políticos, realice una oposición fuerte al embate de la ultraderec­ha, y que sea capaz de desarrolla­r una alternativ­a de poder en las próximas presidenci­ales

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