El Colombiano

SOBRE MAMBRÚ

- Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL memoanjel5@gmail.com

Estación La- Guerra, a la que llegan muchos hombres y mujeres con la cara larga, la boca recta y vestida con sobrepeso, lo que a veces permite andar y otras no, como pasa cuando se camina sobre el lodo o por encima de piedras, terrenos estos que se parecen mucho a las malas decisiones políticas, que son las que hunden o dañan. Y en esta estación, donde abundan los metales (como en La chaqueta metálica, la película de Kubrick), también andan los que viven de la guerra (abastecien­do, tazando, mirando y llevando), los mercenario­s que van por un salario, los pretoriano­s (asesores y consultore­s) y los que nunca han leído el libro de Robert Graves, Adiós a todo; los que van a lo que pase y bueno, gente que quiere destruir y que la destruyan es bastante. Freud se preocupó por esto en lo que él llamó pulsión de muerte, ese deseo de morir (thanatos) que se dirige primero hacia el interior del individuo tendiendo a la autodestru­cción, pero (como conversó con Einstein) después se lleva a la guerra y, en consecuenc­ia, lo por destruir es el otro, destruyénd­ome yo. Y a todas estas, Mambrú.

Mambrú es uno de esos personajes que se han ido a todas las guerras desde el siglo XVII, cuando los niños comenzaron a cantar a este personaje (Mambrú-Marlbrough-Malbrook), en la batalla de Malplaquet, en 1709, en la que los franceses creyeron haber vencido a los ingleses, cosa que también dijeron al revés los de la pérfida Albión. Y ese Mambrú aparece luego en la boca de Gravoche, el niño que Víc

tor Hugo mueve por las barricadas de la comuna de París en 1848, en la novela Los miserables. Y de ahí hasta nosotros, todos llorando la partida de Mambrú, pero de manera divertida. Y es que Mambrú se va a la guerra y quienes lo despiden creen que la guerra es una película de hora y media, con crispetas, perro caliente y alguna cola con gas.

Yo pertenezco a una generación que leyó sobre guerras crueles y desbordada­s. La segunda (Vida y destino, de Va

sili Grossman), la de Corea (Los desnudos y los muertos, de Norman Mailer), la de Vietnam (Árbol de humo, de De

nis Johnson), viendo también películas como Stalingrad­o, Platoon, Apocalypse Now, Sin Destino, etc. Y de esas lecturas y cines salimos asustados y teniendo claro que para vencer al otro hay que ser peor. Y que quien va a la guerra vuelve de otra manera.

Acotación: A Bertrand Russell, el filósofo inglés, lo llevaron a la cárcel por sus posiciones antibélica­s, lo mismo le pasó a Cassius Clay y a muchos otros objetores. Las guerras se dieron, nadie creció como humano con ellas y si triste, como bien escribe Isako Matsubara, en su libro Pájaros del crepúsculo. Y bueno… Mambrú

Y es que Mambrú se va a la guerra y quienes lo despiden creen que la guerra es una película de hora y media, con crispetas, perro caliente y alguna cola.

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