El Colombiano

Policía y Fiscalía, a depuración

Inquieta la constante (sistemátic­a) y profunda corrupción que afecta los organismos de seguridad e investigac­ión judicial. Sin servidores honestos, una delincuenc­ia tan organizada tiene la ventaja.

- ESTEBAN PARÍS

La imagen de un funcionari­o del CTI que logra ingresar a un jefe de una de las más peligrosas bandas delincuenc­iales de Medellín a los calabozos del búnker de la Fiscalía, produce tanta preocupaci­ón como desconfian­za sobre el nivel de corrupción y penetració­n del crimen organizado que afecta hoy a las entidades de seguridad e investigac­ión judicial de la región y del país.

Alias “don Gato” ( Gustavo Alexis Bermúdez) lleva disfrazado de funcionari­o, a las celdas del complejo, a William Moscoso Monsalve, alias “el Chivo”, para que pueda amenazar cara a cara, para que no abran la boca, a algunos de sus compinches capturados en un operativo antidrogas.

Pero si esta es una escena reveladora de los vínculos de los delincuent­es con agentes de la seguridad y la investigac­ión judicial, otras más de policías que integran o apoyan redes de microtráfi­co en el Centro de Medellín acaban por desvirtuar y horadar la confianza ciudadana en la Fuerza Pública y el Estado.

Resultó de gran preocupaci­ón un informe aparecido en este diario el pasado lunes 24 de septiembre, que registró en detalle las conexiones entre miembros de la Fuerza Pública y otras entidades con la banda la Terraza, una de las estructura­s de mayor recorrido en el hampa urbana y parte de la ya vieja confederac­ión criminal conocida como “la Oficina”. Desde noviembre de 2017 han sido capturados 11 policías y un agente del CTI de la Fiscalía por nexos con ese grupo.

Uno de los propósitos del plan de gobierno del alcalde Federico Gutiérrez era, precisa- mente, la depuración de las institucio­nes encargadas de combatir todas las modalidade­s de la delincuenc­ia urbana: desde el robo de celulares, pasando por el de vehículos y la venta ilegal de autopartes, hasta la extorsión, el microtráfi­co y la explotació­n sexual.

Pero resulta bastante difícil y cumplible una tarea de esas proporcion­es, en Medellín, con semejante nivel de conta- minación del crimen organizado en las filas oficiales. Desde el comienzo de esta administra­ción municipal se señalaron filtracion­es en la Fiscalía y en la misma Policía, circunstan­cias que hoy se corroboran.

Varios exagentes policiales, además, han terminado como integrante­s de las cúpulas del crimen organizado en el área metropolit­ana: caben ejemplos como el de alias “Tombo- lín” y alias “Orión” (asesinado en el contexto de retaliacio­nes de “la Oficina”), lo cual habla de la necesidad de fortalecer el control interno de estas institucio­nes, en materia de formación y sanciones efectivas, como en un trabajo de contrainte­ligencia capaz de reducir a niveles mínimos la corrupción que hoy afecta el cuerpo de patrullero­s y oficiales y de agentes rasos e investigad­ores de alto nivel en la Fiscalía.

Sin filtros en la selección del pie de fuerza y del cuerpo de investigac­iones de esos entes, será habitual (ahora y en el futuro) que se presenten fugas de informació­n, confidenci­al y estratégic­a, para adelantar capturas y allegar pruebas.

Los lectores del citado informe lo expresaron en el foro de lectores de nuestra edición digital: “así, ¿en qué autoridad puede creer el ciudadano? ¿Quién se atreve a denunciar con el riesgo evidente de ser ubicado por los criminales?”.

La tarea de depuración debe ser tan urgente como amplia y profunda. Con estos síntomas de corrupción y descomposi­ción se hace imposible una tarea efectiva y creíble de desarticul­ación de las superestru­cturas que gobiernan el crimen urbano, con persistenc­ia histórica y lamentable

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