EL DRAMA DE ITUANGO, A SU SUERTE
Las imágenes de violencia de los últimos 25 años en Ituango componen uno de los álbumes más aterradores del país. Tal vez apenas lo superen en brutalidad y encarnizamiento con la población civil los pasajes de El Salado y Catatumbo, de Urabá y el Atrato. Pero ninguno tan sistemático y profundo. Basta rememorar las matanzas de Santa Rita y de El Aro, y los bombazos y tomas del casco urbano y los retenes y asesinatos selectivos de los paramilitares.
Ahora son las bandas criminales (Clan del Golfo y Caparrapos), las disidencias de las Farc (frentes 18 y 36) y las escuadras del Eln, las que azotan a los habitantes de este municipio del Norte de Antioquia. Al deterioro del orden público se suma hoy la depre- sión económica que trajo la emergencia en la central Hidroituango, que limitó el flujo terrestre de pasajeros, de mercancías e insumos esenciales y la producción agrícola.
Las veredas están en manos de grupos armados ilegales que, además, se disputan con ferocidad el control de los cultivos ilícitos y la producción de cocaína en el anillo montañoso y selvático del Nudo de Paramillo.
En una visita a las veredas más alejadas de Ituango hace tres años, la gente relataba que para acceder a los rincones de Ituango, donde se recoge pasta de coca y luego se convierte en cocaína, había que dejar el celular y la cédula (o algún documento) bajo custodia del grupo armado dominante. También era necesario detallar la finalidad del ingreso a la zona y reportar la familia y el lugar donde se hospedarían los visitantes. Se requería esperar también un rastreo de antecedentes por parte de los “filtros de inteligencia” de bandas y guerrillas.
Ituango lleva ya casi 30 años golpeada por la ilegalidad y sus fenómenos, sin que haya sido posible que el Estado colombiano combata y desactive grupos de una capacidad desmedida de violencia e intimidación: violaciones, descuartizamientos, ejecuciones extrajudiciales, masacres, reclutamiento de menores, campos minados, saqueos y destrucción de caseríos, esclavitud moderna en los plantíos de coca, extorsión, destierros y expropiaciones.
Viejos y nuevos estadios del conflicto armado aparejados, por supuesto, a la pobreza de la acción y la inversión estatal. Sin vías de acceso, sin apoyo al campesinado, sin oportunidades de educación y capacitación y sin inserción laboral ni económica.
Si algún territorio de Antioquia requiere ver la capacidad de gestión e intervención del gobierno de Iván Duque, ese es Ituango. Con gente que se levanta aún a huir de las hostilidades y arbitrariedades de su extensa fauna criminal ■
Si algún sector de Antioquia requiere su mano, presidente Duque, es Ituango.