Bárbara, de Mathieu Amalric En la piel de una diva
to logrado es más potente que si nos dieran todos los detalles ordenados de la vida de Barbara y la bitácora del rodaje. La película utiliza o falsea imágenes de archivo. Tratar de saber cuándo hace lo uno o lo otro es una labor que puede estropear esta experiencia cinematográfica, en parte por lo confuso que puede ser, pero sobre todo porque la esencia de este filme en buena medida está definida por esos momentos en que se borran las fronteras entre la ficción y la realidad, aunque esta última también sea un ficción. Por otro lado, está la evocadora belleza de las imágenes y ambientes que construyen en torno a esta elegante, misteriosa y talentosa mujer. Luces y sombras suaves envuelven su universo de largos dedos y teclas de piano, con sus gestos no ensayados de diva poseída por las emociones de sus canciones; mientras lentos movimientos de cámara acarician su estilizado cuerpo y recorren cautelosos los acogedores espacios donde habita. Se trata de una pieza que celebra el arte y la creación, desde la actuación, la música y el cine. Es evidente la pasión con que la pareja Amalric-Balibar se entregaron a este proyecto, y al parecer, su conexión afectiva y ejercitada colaboración profesional propició los elementos exactos en la proporción debida para crear esta obra tan etérea como visceral, una película que habla con fuerza con la sutil voz del arte.