Una guerra que no tendría ganadores
Una hipotética confrontación militar entre Colombia y Venezuela sería una situación indeseable y especialmente infructuosa a mediano y largo plazo para ambas partes. Si Venezuela ataca a Colombia, la obligación constitucional y política del gobierno colombiano de responder a la agresión es entendible, pero en términos estratégicos sería un grave error, pues terminaría Colombia haciéndole el juego a la dictadura militar desesperada que eso espera, y que, como muchísimas veces en la historia, buscan distraer los problemas internos y de gobernabilidad con conflictos externos. En una confrontación de relativa extensión en el tiempo, las superioridades operacionales de las fuerzas militares colombianas le darían una ventaja estratégica, pero las capacidades superiores de la aviación y la marina venezolana le darían la posibilidad de infringir daños tácticos iniciales muy serios a la infraestructura colombiana. Además de daños potenciales al Cerrejón, bombardear las dos refinerías colombianas es una operación con alta probabilidad de éxito, afectando el suministro de combustibles, que además de la disminución de ingresos para el gobierno, significaría problemas logísticos serios y un aumento de precios importante. La dimensión de las implicaciones económicas y sociales para las zonas de fronteras es difícil de cuantificar y menos de atender. La seguridad de los migrantes venezolanos en Colombia también resultaría imposible de asegurar. La posibilidad que las Farc, aliados de la dictadura venezolana, pueda aprovechar la distracción de las fuerzas militares no debe subestimarse. Aunque muchos de nuestros vecinos nos apoyarían diplomáticamente, la ayuda real y eficaz, sería muy limitada. La mejor opción es que, como ya sucedió hace unos años, EE.UU. disuada a ambas partes de involucrarse en una aventura militar.