De buenas canciones y de santos milagrosos
Berlín, en la comuna 4, es cuna de compositores, hogar de feligreses devotos y sector educativo.
Heroína Moreno de Rojo tiene 90 años y una memoria milimétrica. Dice, sin farfullar, que llegó a Berlín el 14 de septiembre de 1935, cuando apenas era una niña y su familia ocupaba, junto a gallinas y marranos, una de las únicas tres casas que existían en el sector. No había luz, ni agua, y los niños se bañaban en la quebraba El Zancudo.
Pero el Berlín que recuerda Heroína no es la capital alemana, sino un homónimo de calles empinadas en la comuna 4 (Aranjuez) de Medellín, que creció a la sombra del paso del tranvía y en donde, ahora, se erigen dos estaciones del Metroplús.
Cuentan los habitantes que los terrenos que conformaron el barrio pertenecían a una finca llamada Berlín, en las tierras que eran propiedad de Juan de Dios Cock y Alberto Álvarez, potentados de Medellín en el siglo XIX.
El comerciante y urbanizador Manuel José Álvarez Carrasquilla compró la finca por 15.000 pesos en 1916 y trazó la construcción de las calles y ornamentos del barrio, junto con la donación de terrenos para escuelas, la inspección de policía y la plaza principal.
Por la Segunda Guerra
Sus primeros pobladores llegaron en la década de 1940, eran familias obreras y campesinas. Entre ellas, la de Germán de Jesús Pérez, presidente de la Junta de Acción Comunal de Berlín y habitante de la zona durante 72 años.
“Todo esto era manga. Subíamos las lomas a fin de año y de allí traíamos el musgo para los pesebres”, cuenta.
No tiene certeza de porqué este barrio del nororiente comparte nombre con el de la metrópoli alemana. No tendrán muchas cosas en común, pero supone que los fundadores conservaron el nombre porque querían hacer un homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.