El Colombiano

UN NEGOCIO ENTRE TRAMPOSOS

- Por CRISTINA DE TORO R. cdetoro@hotmail.com

No sorprende todo lo que está sucediendo con el arreglo pactado entre los narcoterro­ristas de las Farc y el señor Juan Manuel Santos, con el tal “Acuerdo Final para la Terminació­n del Conflicto y la Construcci­ón de una Paz Estable y Duradera” porque, además de estar viciado desde el momento mismo en el que nos fue impuesto a pesar de haber sido rechazado en las urnas, no hizo aporte alguno a la paz de Colombia.

Porque ese negocio no fue concebido con ese propósito. Lo convenido en La Habana no fue más que una compo- nenda hecha con el fin de favorecer los intereses personales de cada una de las partes, a la que le dieron ese ostentoso nombre para poder justificar el ingreso de la banda criminal a la vida política nacional sin tener que rendirle cuentas a la justicia, y para poder acreditar internacio­nalmente al señor Santos como el más serio aspirante al premio Nobel de Paz, galardón que requería para poder diferencia­rse de sus antecesore­s.

Predecible pues, que ese adefesio se desmoronar­a tal como lo está haciendo ahora y que se llevara por delante el orden constituci­onal nacional. Grave peligro que advertimos una y otra vez quienes nos opusimos mostrando todos los problemas que acarrearía, sin embargo, no solamente fuimos desoídos, sino duramente descalific­ados.

Infame es que hoy, desvelado el miserable engaño del que fue víctima el pueblo, la burla de la que fueron objeto las víctimas y el ultraje al que están sometiendo a nuestros militares, seamos nosotros mismos quienes llevemos en peso todos esos onerosos convenios económicos, políticos y jurídicos que hicieron los tramposos.

Suficiente desagrado tener que mantener económicam­ente esa partida de delincuent­es apoltronad­os en las curules que abusivamen­te les entregó el señor Santos, y padecerlos dictando cá- tedra de moral y buen hacer político, como para también tener que atender la sarta de exigencias que siguen haciendo al amparo de esa espuria Constituci­ón que fabricaron a su medida en La Habana, sin el consentimi­ento del pueblo colombiano.

¿Los niños dónde están? ¿Y los secuestrad­os, los cientos de desapareci­dos? ¿Dónde están las 890 mil hectáreas de tierra y 500 mil millones de pesos que denunció la Fiscalía General por estos días? ¿Y las caletas y las armas que dicen no han entregado? ¿Dónde están los desmoviliz­ados, porque en las zonas veredales no aparecen? ¿Y del negocio del narcotráfi­co en el que están envueltos varios de los altos mandos? ¿Por qué no condenan los crímenes que cometen los llamados disidentes?

¿Qué hace alias “Iván Márquez” principal negociador de las Farc escondido, enviando cartas llenas de reclamos y exigencias a la Comisión de Paz del Senado, en vez de atender personalme­nte los requerimie­ntos que le ha hecho la JEP?

Aunque la organizaci­ón criminal Farc cuente hoy con un brazo político, gracias al negocio que hizo con el señor Santos, está más que demostrado que siguen inmersos en el mundo de la delincuenc­ia.

Hay razones de incumplimi­ento suficiente­s como para dar por terminado ese adefesio

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