EL FEMINISMO
Mientras haya desigualdad la democracia será más débil, y ahí está en juego no la libertad de un grupo sino la de todos.
Tiziano pintó la Venus de Urbino en 1538 y hoy sigue siendo un ícono de sexualidad femenina. Lo que hace a la Venus de Urbino un cuadro a destacar entre otros no es la desnudez de la mujer, es la actitud. La Venus es la primera mujer desnuda y empoderada. Es la precursora de otras figuras emblemáticas del arte desde la Olympia de Manet hasta las Señoritas de Avignon de Picasso. Incluso las mujeres que hoy en día muestran su cuerpo sin miedo, que viven su sensualidad y su sexualidad son herederas de la Venus de Urbino.
Claro que a la Venus la pintó un hombre. Y no se trata de desdeñar la obra por eso. Pero el punto a tomar en cuenta es que las mujeres vivimos en un mundo construido en su totalidad por hombres. Y no es que no haya habido en la historia, en la religión mujeres valiosas, es que hemos tenido pocas ocasiones para demostrar que somos iguales, porque nos ha faltado lo que necesita todo individuo para considerarse libre: voz y voto.
El feminismo está de moda. Y lo digo con la con- ciencia de que es una ola que tiene todo que ver con la política. Vivimos una era de polarización y por eso vemos que en todas partes del mundo hay un auge de movimientos autoritarios y opresores. Populismo desde cualquier punta del espectro ideológico que viene con las artimañas y los mantras de siempre a quedarse con el poder. El problema es que las décadas de relativa libertad que vivimos en occidente hicieron que olvidáramos o al menos que nos confiáramos. Que creyéramos que éramos libres, y eso por supuesto que nos incluye a las mujeres. Llegamos a creer que porque podíamos usar pantalón y salir a trabajar éramos libres y estábamos en igualdad de condiciones que los hombres. Pero un día te levantas y te das cuenta que hay más excusas para un grupo de hombres que viola a una mujer en grupo que para una mujer que denuncia una agresión. Un violador pierde la cabeza, una mujer miente sistemáticamente porque odia, porque resiente y no olvida. Ese sigue siendo el mensaje de la sociedad. Y esa cultura lo infecta todo. Hasta que llegamos a un mundo donde todavía se le paga más a un hombre que a una mujer por el mismo trabajo.
Nunca pensé que la brecha de género era tan amplia como en realidad lo es. Y no es un tema nada más de la data que sugiere que en la gran mayoría de los campos las mujeres siguen teniendo menos oportunidades que los hombres. Es la gente. Somos las propias mujeres, la forma de ver el mundo desde un plano de inferioridad, de debilidad. Casi como si diera miedo asumir la igualdad de la condición humana.
Muchas no quieren que les digan feministas. Es que el feminismo se ha tergiversado por la misma razón de siem- pre: Porque hay un grupo que no está interesado en la transformación de la sociedad sino en el poder. Porque no hay que ser ingenuos, si controlas a la mujer, si mantienes la brecha, tienes poder. No ver eso es ser tonto. De modo que la brecha de género es una cuestión no sólo de mujeres, es un problema que afecta a todo al que aspira a vivir en democracia. Mientras haya desigualdad la democracia será más débil, y ahí está en juego no la libertad de un grupo sino la de todos.
Lo primero que hay que hacer es reconocer que el feminismo es una causa universal, que trasciende a un solo género. Que si queremos un futuro de libertades necesitamos tener voz y voto todos. Y eso pasa porque cada individuo logre alcanzar una identidad propia. La libertad viene de adentro, de construirte, de hallarte desde una mirada propia. Elegir tu cosmovisión, tu yo, tus propios dioses, y actuar según tu alma y tu intelecto lo indiquen, no tener que asumir que tu conducta está sujeta a la construcción del mundo y de tu rol que hizo otro, en este caso un hombre. Eso en el fondo es el feminismo. Yo alzo la voz por mí y por todas, pero espero también que los hombres que creen en libertad lo hagan conmigo. Como de una forma u otra lo hizo en su momento Tiziano