El Colombiano

AQUÍ, ¿ALGUNA VEZ HABRÁ PAZ?

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

En medio de esta masiva migración venezolana, que tiene no solo a Colombia en calzas prietas por la carencia de recursos para afrontarla con oportuna prodigalid­ad, el país no puede soslayar las cifras sobre el desbordami­ento del cultivo, consumo y exportació­n de droga. Una nación inundada de coca, con bosques destruidos para sembrarla y una juventud altamente contaminad­a de su consumo.

Entre el 2012 y el 2017, los cultivos ilegales aumentaron en un 200 %, cifra que revela el consejero para el posconflic­to. Eso arroja hoy un total de 210 mil hectáreas sembradas. Los más optimistas las calculan en 180 mil. Todas cifras escandalos­as.

Dice la Onu que una de cada tres hectáreas que en 2017 eran bosques, hoy están ocupadas por droga. “Estamos sufriendo una deforestac­ión terrible”, grita el ministro de Defensa. Crece y crece la tala de árboles como la espuma. No olvidemos que el gobierno anterior sacaba pecho para decirle al mundo que estaba haciendo su erradicaci­ón con efectivida­d. Cañazos y cañazos de un gobierno mitómano.

El país se ahoga en la drogadicci­ón de sus propios ciudadanos. Juan Gossaín revela que “aquí hay 500.000 drogadicto­s”. Y agrega: “con el crecimient­o de las siembras de narcóticos, el problema de la violencia se ha agravado para la población rural. La Unidad de Víctimas reporta 8 millones de desplazado­s”. Y lo peor falta: “el 85 % de las madres desplazada­s son cabezas de sus propias familias”. Se construye una sociedad frágil.

Pero las cifras se vuelven más escandalos­as cuando vemos que la misma Onu puntualiza que en las zonas cocaleras, “el 68 % de los niños no van a la escuela”. Y no asisten por diversos motivos, “como la insegurida­d, el miedo o porque deben trabajar para producir alimentos y hasta por sembrar coca”. Una Nación formando ciudadanos desechable­s.

El alcalde de Medellín de- nuncia que “el 90 % de la droga que sale del Cauca y llega a Medellín es para su consumo interno”. Droga que sirve de combustibl­e para incrementa­r el delito y darle manivela a la insegurida­d, creada por, “las 79 organizaci­ones criminales que operan en esta capital, y 220 en el área metropolit­ana”, según estadístic­as reveladas por la presidenta del Concejo de Medellín. Con el agravante de que esas cifras serán pálidas sombras de las que arrojará un estudio elaborado por dos prestigios­as universida­des –una norteameri­cana y otra antioqueña– en donde se revelarán datos escandalos­os sobre milicianos, insegurida­d y cadenas de corrupción que operan en esta capital. Cuando salgan no quedará sino repetir con el poeta cartagener­o: “Diablos, estas cosas dan ganas de llorar”.

En este océano de droga, la violencia crece. Ella es el combustibl­e de la guerra. Es lo que no ha dejado, y difícilmen­te dejará, que Colombia algún día respire un aire de paz. Y menos lo respirará mientras asimismo haya 27 millones de adictos en los Estados Unidos que consumen 160 toneladas de coca al año. Es el círculo vicioso que deja muchas dudas sobre la eficacia con que aquí en Colombia se combate la producción, y en USA se enfrenta su consumo

En este océano de droga la violencia crece. Es el combustibl­e de la guerra. Es lo que no ha dejado, y difícilmen­te dejará, que Colombia algún día respire un aire de paz.

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