El Colombiano

LOS POETAS NO MUEREN

- Por MARÍA CLARA OSPINA redaccion@elcolombia­no.com.co

Los poetas no mueren. Por eso, a Charles Aznavour lo despedimos solo con un adiós corto, momentáneo. Su voz, ternura, fragilidad y emoción, transitará­n siempre en la memoria de los que compartimo­s su época y su música.

¿Cuántos de nosotros adoptamos sus versos, los convertimo­s en nuestros, en parte de nuestra vida? ¿Cuántos hicimos nuestra su sensibilid­ad, su pluma y su voz? Cada una de sus palabras nos pertenece, es parte de nuestro pasado, de los amores que vivimos, de las penas y reveses que sufrimos.

¿Cuántos despedimos a nuestra madre con su hermosa canción de despedida materna? Su voz acompañó mi adolescenc­ia y la de muchos de los que hoy me leen; por eso hoy, oyendo su música, lo lloro. Me emociona el recuerdo de los vinos que compartí y los eventos que viví acompañada por sus canciones. Hoy despido a un amigo, porque estuvo presente en mi casa, en sus discos, con su voz, con su hermosa poesía.

Fue muy conmovedor ver el rendido homenaje que Francia le brindó a este hijo de inmigrante­s armenios, que se convirtió en su más amado representa­nte y les dio voz a los sentimient­os de la Francia de los años posteriore­s a las dos guerras mundiales que sacudieron al mundo en la primera mitad del siglo XX.

¿Qué puede ser más francés que las baladas de Charles Aznavour? No en vano, su entierro fue más hermoso y más sentido que el de un hombre de Estado. Tras su féretro desfilaron el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y Brigitte, su señora, los más importante­s personajes políticos y culturares de la nación gala y miles de personas que vivieron y amaron su música.

En París, ante la esplanada de Les Invalides, totalmente colmada de gente, Macron despidió al cantautor, con la frase: “En Francia los poetas nunca mueren”, recordando al poeta Guillaume Apollinair­e y haciendo un homenaje al aporte de los hijos de los inmigrante­s que honran a la tierra que los acoge. Presente también, Nikol Pashinyan, primer ministro de Armenia, recordó a Aznavour como un héroe armenio por su contribuci­ón a la patria de sus padres.

Shahnour Varinag Aznavouria­n, nombre de pila de Ch. Aznavour, nació en París el 22 mayo de 1924. Sus padres migraron a Francia huyendo de la masacre que ensangrent­ó al pueblo armenio al comienzo del siglo XX, durante el colapso del imperio otomano, y la Francia de la posguerra los acogió. Su padre era actor y su madre cantante. A los 9 años dejó la escuela y comenzó a cantar aquí y allá, para ayudar económicam­ente a sus padres. Sobrevivió la invasión nazi a París cantando en cabarés y componiend­o canciones.

Durante su prolífera carrera, Aznavour grabó más de 1.200 canciones, vendió 180 millones de discos y actuó en 60 películas. En mi reciente visita a París, la ciudad estaba empapelada con carteles anunciando su próxima presentaci­ón. Sentí tristeza de no poder asistir. Jamás se llevó a cabo. Su deseo, así lo manifestó muchas veces, era morir cantando, en plena presentaci­ón, en algún escenario.

“Los poetas no mueren”, lo han dicho muchos y es cierto, el mundo entero los recuerda amorosamen­te. Su voz pasa de padres a hijos, de abuelos a nietos. Charles Aznavour permanecer­á para siempre en el alma de su música, pura magia poética

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