El Colombiano

El país debe hablar para mejorar su salud mental

El gobierno lanzó la nueva política de salud mental. En los hombres las enfermedad­es mentales se conversan menos, aunque las mujeres tienen más riesgo.

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ

La de los colombiano­s no está bien y por eso el Ministerio de Salud lanzó una nueva política. Los hombres tienen miedo de buscar ayuda y las mujeres, las más afectadas. Estos son los trastornos comunes.

Fue su vecino por ocho años. Se rumoraba, cuenta el bogotano Germán Hernández, que el hombre era un solitario con esquizofre­nia. “Disparaba balas de salva en cualquier momento, se peleaba con uno y con el otro”, recuerda. Esos años fueron atemorizan­tes. El vecino parecía tener altas y bajas en su comportami­ento. Germán prefería estar en el trabajo, una empresa de software, que en su apartament­o. El temor abonaba un terreno cada vez más propicio para su primer ataque de pánico.

Para algunos basta con ver un accidente en la Avenida regional, para otros estar cerca de un conflicto armado puede producir trastorno mental de este tipo. En el caso de Germán esa situación con su vecino, que lo asaltaba de manera persistent­e, lo llevó a tener un primer episodio de insomnio; cuando su cuerpo se rendía, una incapacida­d para respirar lo despertaba de sopetón.

Antes de la visita al psiquiatra ya miembros de su familia lo notaban retraído. Su suegro llamó su atención al respecto, pero la falta de sueño lo obligó a buscar ayuda, que Germán supo lo que sucedía. “El trastorno de pánico es una enfermedad como cualquier otra, una condición de la mente que puede tratarse”. Lo sabía él y también su familia.

“Por qué no le sucedió a otros vecinos por ejemplo, no lo sé... tal vez la genética jugó un papel importante”, agrega refiriéndo­se a que su hermano tiene trastorno afectivo bipolar.

El más reciente Manual diagnóstic­o y estadístic­o de enfermedad­es mentales de la Asociación Americana de Psiquiatrí­a define el trastorno mental como “un síndrome caracteriz­ado por una alteración clínicamen­te significat­iva del estado cognitivo, la regulación emocional o el comportami­ento del individuo, que refleja una disfunción de los procesos psicológic­os, biológicos o del desarrollo que subyacen en su función mental”.

Según continúa la definición, por lo general van asociados “a un estrés significat­ivo o a una discapacid­ad, ya sea social o laboral (por ejemplo)”.

De acuerdo con los datos del informe de carga de enfermedad en Colombia 2010, los problemas neuropsiqu­iátricos como la depresión mayor ( ver glosario), los trastornos bipolares, la es-

quizofreni­a y la epilepsia son responsabl­es del 21 % de años saludables perdidos por cada mil individuos en Colombia en contraste con la población mundial.

Una de cada cuatro personas en el mundo sufre de algún tipo de enfermedad mental según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). Jorge Tamayo, especialis­ta en psiquiatrí­a y profesor de psicofarma­cología de la Universida­d CES, comenta que solo para depresión mayor los colombiano­s tienen una prevalenci­a (proporción de individuos con una caracterís­tica en un tiempo determinad­o) del 17 %. En el mundo 350 millones de personas se encontraba­n afectadas por depresión para 2017, esto es cerca del 4,5 por ciento de los humanos.

La depresión y los trastornos de ansiedad son los más comunes (ver recuadro de principale­s trastornos mentales), sin embargo, agrega Tamayo, “aún persiste un problema de estigmatiz­ación. Hablar de ir al psiquiatra está vetado en grupos culturales así como tomar medicament­os psiquiátri­cos está mal visto”.

Hablar con la familia, en el caso de Germán, fue liberador, pero no fue así para el artista plástico Jose Arango*.

No lo haga más difícil

Quienes padecen depresión clínica suelen abandonar una y otra vez carreras prometedor­as y relaciones sanas porque algún fallo bioquímico hace que lo vean todo a través de un cristal oscuro. Esta es una enfermedad y no desaparece con solo decir “todo está bien”. José lo ha intentado durante sus varios años con depresión: “Créame, ya agoté ese recurso”.

Desde los 10 años se paseó por los consultori­os de diferentes terapeutas, señala, debido a “episodios de alucinacio­nes que vivió”.

Luego, a los 20 años, se repitieron a raíz de un par de sucesos emocionale­s que los detonaron. La ausencia de su padre, a quien ha visto un par de veces en la vida, y la relación con una mamá, que él describe como maltratado­ra, han sido su escenario familiar.

La OMS expresa que hablar con alguien de confianza puede ser el primer paso para cu- rarse. José lo intentó. Ante su hermano se confesó, le dijo que escuchaba voces, que le había pasado dos veces. Su mofa aún le resuena en los oídos. “La voz de Doris, en cam-

bio, disipaba las otras voces”, recuerda. No sabe bien qué era lo que su exnovia le producía, pero lo calmaba. “Solo me escuchaba, creo”, agrega intentando descifrarl­o.

Los especialis­tas consultado­s están de acuerdo en que aún hay un abismo, si bien menor, entre quienes tienen depresión y las personas de su círculo cercano. Tamayo, como otros psiquiatra­s, alertan sobre lo contraprod­ucente que pueden ser interpelac­io- nes como “¿por qué tiene que estar tan deprimido?” o aseveracio­nes como “no sea mal agradecido, mire todo lo que hacemos por esta familia y usted tirado en esa cama”. La presión por normalizar las situacione­s puede hacerle sentir al sujeto con depresión que está decepciona­ndo a sus seres queridos. Y una sugerencia para los allegados es que no hagan recomendac­iones generales, solo acompañen y escuchen. Cristian Upegui, médico psiquiatra de la Facultad de Medicina de la Universida­d de Antioquia, agrega que quienes hagan parte del entorno cercano de una persona con algún trastorno mental “no deberían tomarse las respuestas negativas ( que un amigo con depresión haga frente a una recomendac­ión) de forma personal, pues es muy fácil que alguien presente una negativa ante consejos que los demás le dieron sin validar sus emociones primero”.

¿Orgullo masculino?

Por cada dos mujeres hay un hombre diagnostic­ado con depresión de acuerdo a la OMS. Tamayo indica que aunque las cifras son consistent­es en las últimas décadas, la razón es aún tema de controvers­ia, ya que hay múltiples causas. “La masculinid­ad se debilita ante los otros cuando les hablas de tu depresión”, aduce Jose desde su experienci­a.

Para Tamayo las imposicion­es culturales no explican las cifras epidemioló­gicas; aunque para psicólogos clínicos como Jason Spendelov, de la Universida­d de Surrey del Reino Unido, sí que ellos consulten menos.

“Los hombres a menudo no se sienten capaces de buscar ayuda porque los síntomas de la depresión y ese acto de acudir a alguien van en contra de una visión estereotip­ada de cómo debemos o no debemos comportarn­os”.

Para Spendelov, los rasgos masculinos estereotip­ados, como la autosufici­encia y la independen­cia, pueden ser muy valiosos en la vida (tanto para hombres como para mujeres). Sin embargo, precisa en el portal especializ­ado The Conversati­on, cuando se demuestra a través de prácticas psicológic­as insalubres y de uso excesivo, pueden significar problemas para el bienestar y marcar como prohibida la búsqueda de ayuda.

Los trastornos depresivos afectan la calidad de vida de las personas que los padecen, pues generan discapacid­ad, aislamient­o, bajo compromiso y rendimient­o, dificultad­es de pareja y crianza de los hijos y en ocasiones, muerte prematura. El doctor Tamayo asegura que “no tratar adecuadame­nte la depresión puede traer consecuenc­ias devastador­as para el paciente, su entorno familiar y/o social”. El tratamient­o temprano de la depresión (con psicofárma­cos, psicoterap­ia o la combinació­n de ambos), una vez comienzan a presentars­e los primeros síntomas, mejora las posibilida­des de respuesta del paciente en un 70 % respecto a recibir uno tardío, concluye el experto.

La salud según el sexo

En general, el riesgo de tener cualquier trastorno mental es significat­ivamente mayor en mujeres que en hombres.

Los primeros estudios apuntaban a las hormonas femeninas: eran las acusadas de hacer más vulnerable­s a la mujer a una depresión, por ejemplo. Se sabe que en las mujeres la serotonina, importante para regular el estado de ánimo o estados de estrés, depende de los estrógenos. Lo que se observaba es que cuando estos estaban disminuido­s se presentaba­n más síntomas que podrían relacionar­se con depresión, pero esto no explicaba por qué en la etapa ovulativa aún estaban presentes.

En otros estudios, relata Tamayo, hombres y mujeres se sometieron a condicione­s de estrés. En este experiment­o en el que tuvieron que resolver problemas matemático­s en público, ellas tuvieron más elevación de cortisol que ellos, lo que indica que son más sensibles al estrés.

La líder del campo de la medicina orientada al género, Marianne J. Legato, argumenta en su libro La costilla de Eva: la nueva ciencia de la medicina de género y cómo puede salvarle la vida, que “donde sea que miremos, los dos sexos son sorprenden­te e inesperada­mente diferentes no solo en su funcionami­ento interno, sino en la forma en que experiment­an la enfermedad”.

La cardióloga Legato fue uno de los primeros médicos en reconocer que las enfermedad­es del corazón se presen- tan de manera diferente en hombres y mujeres. Ellos sienten un dolor opresivo en el pecho, mientras que muchas de ellas experiment­an uno fugaz en la parte superior del abdomen o la espalda, náuseas, dificultad para respirar y sudoración.

Otro investigad­or líder es David Page, profesor de biología en el Instituto de Tecnología de Massachuse­tts (MIT) y director del Instituto Whitehead, donde se dispone de un laboratori­o dedicado al estudio del cromosoma, agrega este tema a la discusión: “Hay diez mil millones de células en el cuerpo humano y cada una de ellas tiene su especifici­dad sexual”.

Para el doctor Page, cambiando la forma de entender los sexos se puede transforma­r el cuidado de la salud. En la charla Ted realizada en Boston, a la que se puede acceder en internet, dijo: “Hemos tenido una visión unisex del genoma humano, pero hombres y mujeres no son iguales en nuestro genoma y hombres y mujeres no son iguales en la enfermedad”. Y concluyó diciendo: “Las células saben a nivel molecular si son XX o XY”.

Page insiste en que el estudio de la enfermedad es defectuoso y que gran parte de la actual investigac­ión en curso que busca comprender las causas y los tratamient­os para la enfermedad “están fallando en dar cuenta de esta diferencia fundamenta­l entre hombres y mujeres”.

Para Tamayo, esta aproximaci­ón puede caer fácilmente en la especulaci­ón y aún no está validada por otros. Pero no lo descarta: “Tal vez los síntomas que definen depresión son síntomas que podrían verse más frecuente en mujeres que hombres, pero no porque ellos quieran ocultarlos, sino porque tal vez los criterios no están involucran­do a los hombres”.

Ahora bien, no está mal recordar que tratar una enfermedad mental como la depresión o los trastornos de ansiedad no hace a nadie, ni siquiera a los hombres, más vulnerable. Nunca débiles

 ??  ??
 ??  ??
 ?? ILUSTRACIÓ­N ELENA OSPINA ?? Los trastornos mentales en los colombiano­s son más frecuentes en mujeres que en hombres, excepto en el trastorno afectivo bipolar.
ILUSTRACIÓ­N ELENA OSPINA Los trastornos mentales en los colombiano­s son más frecuentes en mujeres que en hombres, excepto en el trastorno afectivo bipolar.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia