UNA LECTORA SINGULAR
Santa Teresa de Jesús (15151582), cuya fiesta celebramos el 15 de octubre, fue una lectora apasionada. La lectura forjó su arte consumado de escritora, gracias a lo cual la conocemos y admiramos por su grandeza humana. Para fray
Luis de León, primer editor de sus obras, el castellano de Teresa es de “una elegancia desafeitada”, es decir, limpia, sin aderezo alguno; y su prosa “deleita en extremo”.
Teresa escribe el “Libro de la vida”, su primera obra, a los 50 años. Una autobiografía con una teología implícita, en que contando su vida aparece la acción permanente de Dios en ella, con confidencias deliciosas, como éstas: “Si no tenía libro nuevo, no me parece tenía contento”; “diome la vida haber quedado ya amiga de buenos libros”; “que en leer buenos libros era toda mi recreación”. Teresa escribe como ha- bla, o mejor, habla escribiendo.
Teresa es un fenómeno. Su escritura es traducción, hasta el punto de que puede afirmar: “su Majestad fue siempre mi Maestro”. Cuando tiene 44 años, antes de comenzar a escribir, la Inquisición prohibió la lectura de libros religiosos en español, hecho que desoló a Teresa. Mas, de repente escucha una voz que le dice: “No tengas pena, que Yo te daré libro vivo”. Teresa descubre que “Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades”. Y agrega: “¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar!”. Teresa es, en realidad, traductora de lenguaje divino a lenguaje humano.
La prosa teresiana es de musicalidad asombrosa. “Por ruines e imperfectas que fuesen mis obras, este Señor mío las iba mejorando y perfeccionando y dando valor, y los males y pecados luego los escondía… Dora las culpas”. Escritor consumado quien junta así las palabras.
Teresa escribe por obedien- cia, habilísima en conseguir que le manden lo que en ella es imperativo biológico. Escribir es su verdadero ocio, su modo de gastar el tiempo, y por eso escribe en las noches robándole tiempo al sueño con la velocidad de un notario, como si tuviese delante un dechado. Escribe lo que está viviendo: Dios aconteciendo en ella con pasmosa intensidad.
¿Es Teresa lectora que a la vez traduce? ¿Quién le habla? ¿Qué le dice? ¿Cómo lo escucha? Los místicos se refieren al que habla “sin ruido de palabras”. ¿Es posible hablar sin palabras? ¿Y cómo escuchar? ¿De dónde saca esta mujer la destreza para traducir a un lenguaje que lleva cuatro siglos atrapando lectores como la tela de araña a su presa?
Teresa es, en realidad, traductora de lenguaje divino a lenguaje humano. La prosa teresiana es de musicalidad asombrosa. ¿Es Teresa lectora que a la vez traduce? ¿Quién le habla? Los místicos se refieren al que habla “sin ruido de palabras”.