El Colombiano

Más verde, menos crisis social

En el Aburrá la deuda es enorme en zonas verdes, parques, fuentes, escenarios deportivos, lúdicos y rutas peatonales. Esto explica, en buena parte, las crisis sociales y de salud pública en la subregión.

- ESTEBAN PARÍS

Si en algo deben unirse las alcaldías del Aburrá es en la búsqueda de soluciones al enorme déficit de espacio público en la región metropolit­ana. Su carencia impacta negativame­nte la salud pública, calidad de vida, el equilibrio ambiental, la sostenibil­idad urbana, la construcci­ón de ciudadanía, la conexión e integració­n entre los habitantes y sus entornos naturales, sociales, culturales e históricos.

Si bien Colombia cuenta con una normativid­ad que regula, defiende y promociona el espacio público (zonas verdes, parques, plazas, plazoletas, senderos lúdicos, peatonales y ciclorruta­s), la mayoría de los ciudadanos ni siquiera tiene conciencia de lo que significa lo público y menos el espacio público.

El desorden que ha caracteriz­ado el nacimiento y desarrollo de las ciudades capitales e intermedia­s del país, levantadas en un 60 % en la informalid­ad, afecta la planeación del territorio y favorece la ocupación ilegal e invasión de los predios públicos.

Esta situación es dramática en Medellín y demás municipios del Aburrá. La Organizaci­ón Mundial de la Salud recomienda, mínimo, 15 metros cuadrados de espacio público por habitante, meta avalada por el decreto 1077 del Ministerio de Vivienda, pero ese promedio, en toda el área metropolit­ana ni siquiera alcanza el 35 % de esa meta.

Cinco de los diez municipios del Aburrá, (Sabaneta, Barbosa, Copacabana, Girardota y Bello), solo tienen entre 1,3 y 2,0 metros cuadrados de espacio público por habitante.

En los demás la deuda es también grande: Medellín solo tiene 3,4 metros cuadrados de espacio público por habitante, Envigado 3,75, Caldas, 4,0, Itagüí 4,3 y La Estrella 5,32.

La situación se hace más crítica en las comunas más desfavorec­idas, donde el hacinamien­to y los problemas que el mismo genera se multiplica­n.

Cada vez hay más estudios epidemioló­gicos y evidencias científica­s que prueban el va- lor positivo de la multiplica­ción del espacio público en la salud física y mental de las personas y comunidade­s.

Pero de la misma forma esos estudios asocian enfermedad­es como el cáncer, cardiovasc­ulares, respirator­ias crónicas, diabetes, trastornos neurológic­os, obesidad, estrés y la depresión, responsabl­es del 68 % de la mortalidad global, según la OMS, a la concentrac­ión po- blacional, vehicular e industrial y la falta de territorio­s donde la gente pueda respirar aire puro, hablar y encontrars­e.

En el Aburrá esas condicione­s de habitabili­dad resultan letales en muchos casos. Solo por problemas de movilidad mueren, en promedio, en la subregión 500 personas al año, la gran mayoría peatones y ciclistas arrollados en calles y carreteras. A esto se suma un alto número de muertes, según investigac­ión del Departamen­to de Epidemiolo­gía de la U. de A., por causas asociadas a la contaminac­ión del aire.

No obstante la situación, muchas cosas aún pueden hacerse en concurso con los sectores públicos, privados y, sobre todo, a través de las iniciativa­s ciudadanas.

Cada espacio para el disfrute público que se construya o recupere genera opciones para el deporte, el juego, el contacto social, la reducción de las muertes prematuras, el estrés, la depresión y otros problemas que agobian el diario vivir.

Hay que inventaria­r y rescatar todo aquello que se pueda para el disfrute público. Si aparece tanta tierra para proyectos privados, de la misma forma debe haberla para el encuentro y el goce ciudadano

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