Más verde, menos crisis social
En el Aburrá la deuda es enorme en zonas verdes, parques, fuentes, escenarios deportivos, lúdicos y rutas peatonales. Esto explica, en buena parte, las crisis sociales y de salud pública en la subregión.
Si en algo deben unirse las alcaldías del Aburrá es en la búsqueda de soluciones al enorme déficit de espacio público en la región metropolitana. Su carencia impacta negativamente la salud pública, calidad de vida, el equilibrio ambiental, la sostenibilidad urbana, la construcción de ciudadanía, la conexión e integración entre los habitantes y sus entornos naturales, sociales, culturales e históricos.
Si bien Colombia cuenta con una normatividad que regula, defiende y promociona el espacio público (zonas verdes, parques, plazas, plazoletas, senderos lúdicos, peatonales y ciclorrutas), la mayoría de los ciudadanos ni siquiera tiene conciencia de lo que significa lo público y menos el espacio público.
El desorden que ha caracterizado el nacimiento y desarrollo de las ciudades capitales e intermedias del país, levantadas en un 60 % en la informalidad, afecta la planeación del territorio y favorece la ocupación ilegal e invasión de los predios públicos.
Esta situación es dramática en Medellín y demás municipios del Aburrá. La Organización Mundial de la Salud recomienda, mínimo, 15 metros cuadrados de espacio público por habitante, meta avalada por el decreto 1077 del Ministerio de Vivienda, pero ese promedio, en toda el área metropolitana ni siquiera alcanza el 35 % de esa meta.
Cinco de los diez municipios del Aburrá, (Sabaneta, Barbosa, Copacabana, Girardota y Bello), solo tienen entre 1,3 y 2,0 metros cuadrados de espacio público por habitante.
En los demás la deuda es también grande: Medellín solo tiene 3,4 metros cuadrados de espacio público por habitante, Envigado 3,75, Caldas, 4,0, Itagüí 4,3 y La Estrella 5,32.
La situación se hace más crítica en las comunas más desfavorecidas, donde el hacinamiento y los problemas que el mismo genera se multiplican.
Cada vez hay más estudios epidemiológicos y evidencias científicas que prueban el va- lor positivo de la multiplicación del espacio público en la salud física y mental de las personas y comunidades.
Pero de la misma forma esos estudios asocian enfermedades como el cáncer, cardiovasculares, respiratorias crónicas, diabetes, trastornos neurológicos, obesidad, estrés y la depresión, responsables del 68 % de la mortalidad global, según la OMS, a la concentración po- blacional, vehicular e industrial y la falta de territorios donde la gente pueda respirar aire puro, hablar y encontrarse.
En el Aburrá esas condiciones de habitabilidad resultan letales en muchos casos. Solo por problemas de movilidad mueren, en promedio, en la subregión 500 personas al año, la gran mayoría peatones y ciclistas arrollados en calles y carreteras. A esto se suma un alto número de muertes, según investigación del Departamento de Epidemiología de la U. de A., por causas asociadas a la contaminación del aire.
No obstante la situación, muchas cosas aún pueden hacerse en concurso con los sectores públicos, privados y, sobre todo, a través de las iniciativas ciudadanas.
Cada espacio para el disfrute público que se construya o recupere genera opciones para el deporte, el juego, el contacto social, la reducción de las muertes prematuras, el estrés, la depresión y otros problemas que agobian el diario vivir.
Hay que inventariar y rescatar todo aquello que se pueda para el disfrute público. Si aparece tanta tierra para proyectos privados, de la misma forma debe haberla para el encuentro y el goce ciudadano