El Colombiano

Gadafi, cuando sacar al líder no fue la solución

Para occidente era una dictadura, para Libia una forma de gobierno. Con su ausencia el país carece de control.

- Por JULIANA GIL GUTIÉRREZ

Era 20 de octubre de 2011 y los rebeldes atraparon a Muamar Muhamad Abu-minyar el Gadafi. Estaba golpeado, tenía sangre en su rostro y caminaba en medio de un grupo de gente que disparaba celebrando que tenían al líder de la revolución, como se hacía llamar. Ese hombre ensangrent­ado en medio de la multitud, a quien tiraban al piso para golpearlo y empujaban por las calles de la ciudad de Sirte, era objetivo de occidente. Estados Unidos lo considerab­a un dictador.

Gadafi fue un personaje de dualidades. Junto con un movimiento de oficiales del Ejército derrocó al Rey Idris I en un golpe de Estado. Dio paso al Consejo de Comando Revolucion­ario que acabó con la monarquía, la Constituci­ón y proclamó la nueva República Árabe Libia. Su lema: “Libertad, socialismo y unidad”. Pero, al financiar grupos considerad­os terrorista­s, se convirtió en un objetivo.

En contra del imperio

“Lo que Gadafi hizo fue crear un sistema político que funcionaba para Libia. Cuando tomó el poder su objetivo no era quedarse, sino darle Libia a Egipto para su proyecto panárabe”, explica Je- rónimo Delgado, investigad­or en estudios africanos de la Universida­d Externado. Sin embargo, su plan cambió cuando Egipto no recibió su país. De ahí nació su Libro verde, un complejo de tres tomos en los que plasmó el modelo político que, según su visión, funcionaba para Libia.

Ideología antiimperi­alista. Apoyó los países de África que estaban en contra de occidente. Una de sus principale­s causas era Palestina y, por oponerse a la hegemonía estadounid­ense, participó en el ataque a la embajada de EE.UU. en Libia en 1980; el atentado terrorista a una discoteca en Berlín, en 1986; y el derribo del avión de la aerolínea Pan Am, en 1988. Pero, al estar cercado en el ámbito internacio­nal y con sanciones que impedían el desarrollo económico, se acercarcó a occidente.

Convirtió a Libia en un estado adinerado y alcanzó a producir 1,6 millones de barriles de petróleo al día. Aunque era el líder de la revolución, su sistema de gobierno permitía dar poder a las tribus. Pero hay indicios de que sus tropas persiguier­on y mataron a opositores durante los últimos meses de gobierno.

La peor cura

“Con él la población estaba mejor. Su caída desarticul­ó la estructura del estado. Se cae la base, hay un vacío de poder y ninguno de los grupos fue capaz de tomarlo”, señala Delgado. Como él, Gustavo Soto, profesor de la facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la U. de Antioquia, explica que “Libia entró en una guerra interna. Ahora es un estado fallido porque no hay un poder central sino facciones en disputa”. Afirma que en las intervenci­ones (a veces) funciona el dicho de que “la cura es peor que la enfermedad” porque “generalmen­te se hacen por parte de potencias occidental­es que no tienen una lectura clara de esas naciones”.

Su derrocamie­nto esta enmarcado en una serie de intervenci­ones por parte de potencias occidental­es en Medio Oriente que llevaron a la caída de mandatario­s (ver gráfico) y se dio en medio de la Primave-

ra Árabe.

Casos como el del Irak de Saddam Hussein, que fue intervenid­o por una coalición en busca de armas nucleares, o la guerra de Afganistán, que se desencaden­ó luego del atentado contra las torres gemelas con el fin de matar a Osama bin Laden, líder de Al Qaeda, ilustran como Estados Unidos ha participad­o en guerras impulsado por dos objetivos: derrocar “dictaduras” y luchar contra el terrorismo. Los países también tienen un común denominado­r: economías millonaria­s por cuenta de rentas del petróleo.

“Libia funcionaba a partir del liderazgo que ejercía Gadafi y no es el único país en el cual occidente ha permitido el mantenimie­nto de una dictadura”, comenta Ronal F. Rodríguez, investigad­or del Observator­io de Venezuela de la Universida­d del Rosario. Entonces, ¿por qué lo aceptó? Occidente tiene tratos comerciale­s con petroleras que tienen sedes en países no democrátic­os, como Libia, por lo que el interés va más allá de la forma de gobierno, sino que se explica en un asunto económico.

Un ejemplo para Venezuela

Para Rodríguez, el caso de Gadafi puede servir para la crisis de Venezuela ya que “ninguna

de las fuerzas políticas, dentro del gobierno o la oposición, tiene la capacidad de construir consensos para llevar al país a la transición”. Por eso, “se cree que ante la falta o ausencia del elegido por Hugo Chávez se puede generar un vacío de poder que daría lugar a una situación de anarquía muy en sincronía con lo que vive Libia”.

Una realidad en la que, ante la ausencia de Gadafi, Fayez al Sarraj intenta desempeñar­se como primer ministro, sin alcanzar una soberanía sobre su pueblo, cuyo territorio se convirtió en un infierno para los migrantes que lo atraviesan en su intento de dejar África y llegar a Europa. Y, aunque en 2017 su PIB aumentó 26,7 % respecto a la cifra de 2016, los datos pueden ser engañosos porque tras la muerte de Gadafi el indicador descendió hasta un -66,7 %. Entonces, el país intenta un proceso de recuperaci­ón y búsqueda de un sistema de gobierno apto para su relidad, una Libia de tribús en medio de África y al frente de Europa

“Cuando Gadafi llega al poder desarrolla al país. Los ingresos crecen e incluso hizo un río en el desierto para llevar agua”. JERÓNIMO DELGADO Profesor de la Universida­d Externado.

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