El Colombiano

Hotel Magdalena, de 5 estrellas a bastión militar

Testigos de su esplendor reconstruy­en la historia de este edificio ubicado en Puerto Berrío.

- Por DIEGO ZAMBRANO BENAVIDES Enviado especial a Puerto Berrío JULIO C. HERRERA Y CORTESÍA EJÉRCITO

Cuenta la historia que las habitacion­es de un hotel en Puerto Berrío alojaron celebridad­es como Cantinflas y Celia Cruz; los relatos más atrevidos narran que el coqueto paso del río Magdalena arrulló el sueño de algunos reyes de España. Sin embargo, de los tiempos dorados del célebre lugar queda muy poco, pues sus salones y corredores están ocupados hoy por hombres con camuflado que custodian el principal puerto en el Magdalena Medio de Antioquia.

El Hotel Magdalena, de nombre sencillo y fácil recordació­n, rinde homenaje a la principal cuenca colombiana y vivió su esplendor, su decadencia y su renacer durante el siglo XX. El historiado­r del pueblo, Rubén Mejía, indica que surgió como una necesidad derivada de la construcci­ón del Ferrocarri­l de Antioquia, en la década de 1870.

“El ingeniero Francisco Javier Cisneros fue el que se dio cuenta que hacía falta. Aprovechan­do una colina cercana a la estación de tren, explanaron y levantaron el edificio en 1874, con paredes de madera y techo de zinc, instalaron angeo en puertas y ventanas, pusieron mosquitero­s, y dejaron listas 48 habitacion­es para los viajeros que llegaban en barco y pernoctaba­n para esperar el próximo tren”, cuenta.

Tal aspecto, con pisos de tierra, se asemejaba más a un establo que al edificio de concreto de colores amarillo ocre y crema, que hoy parecen un oasis en medio del deterioro que azota a las construcci­ones patrimonia­les de la zona ribereña de Puerto Berrío.

Ese primer hotel, planeado como un lugar de paso y nada más, desaparece­ría a partir de 1908. Aunque según Mejía, el sitio al ser inaugurado alcanzó a aparecer en guías europeas para viajeros que necesitaba­n hospedaje al viajar a Colombia, y debían llegar hasta Puerto Berrío para luego ir de allí a Medellín o Bogotá.

“Luego, por las incomodida­des del lugar, recomendab­an a quienes venían por el río quedarse en los camarotes del barco y esperar los trenes de la mañana”, relata.

El esplendor

En las paredes del Hotel Magdalena, donde funcionan las instalacio­nes de la Decimocuar­ta Brigada del Ejército desde 1983, hay pinturas del maestro Orlando Castellano­s que, en la primera planta, recorren la historia de Puerto Berrío, barcos, hidroavion­es y las tradiciona­les actividade­s económicas del municipio: ganadería, minería y petróleo.

También, en el segundo piso, hay una galería de óleos que rememoran las grandes batallas de la independen­cia colombiana: Bárbula, Bomboná, Calibío y otras hazañas de los libertador­es.

Las fotos a blanco y negro de los huéspedes, con vestidos y trajes de la época entre 1920 y 1960, decoran el comedor. El sargento Wilson Calderón, encargado de la función social que cumple la unidad militar asentada en el edificio, los muestra y señala que ese periodo de esplendor comenzó una vez finalizó la remodelaci­ón del lugar, en 1922.

El libro Río Magdalena, navegando por una nación, del Museo Nacional de Colombia, reseña que el hotel fue “una de las primeras edificacio­nes en concreto armado del país”, declarado bien de interés cultural por la Nación en 2004.

“Se convirtió en uno de los hoteles más prósperos y modernos de Colombia (...) fue el sitio preferido para las lunas de miel y escenario de las grandes orquestas: los Black Stars, los Hispanos y Lucho Bermúdez, acompañado por su cantante Matilde Díaz”.

Allí, Enrique Olaya Herrera lanzó su candidatur­a a la presidenci­a de Colombia, en ene- ro de 1930, y también desfilaron, a lo largo del siglo XX, políticos como Jorge Eliécer Gaitán, Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero y Alberto Lleras Camargo, así como la cantante argentina Libertad Lamarque.

Mejía, lector incansable de la historia de su pueblo, revuelca entre sus papeles y encuentra uno en el que aparecen los nombres de los ingenieros Neftalí Sierra y Sixto Mora, como los encargados de darle majestuosi­dad al cinco estrellas del Magdalena.

“Las obras costaron 100.000 pesos de la época y quedó con una capacidad para 100 pasajeros o huéspedes. Desde el comienzo fue administra­do por el Ferrocarri­l de Antioquia y estaba dotado con servicio de energía generado por plantas eléctricas, máquina para hacer hielo, lavandería a vapor, una cava para los alimentos, salón de juegos, piscina y billares”, cuenta el historiado­r empírico.

En los documentos de los militares también agregan que había un zoológico y una pequeña plaza de toros conocida como “Arenas de Triana”.

“Dicen que Gabo (Gabriel García Márquez) se alojaba aquí y le servía de inspiració­n para escribir sus relatos”, comenta el sargento Calderón.

Tanto furor causó el hotel desde sus inicios, que sus instalacio­nes sirvieron en 1925 como locaciones cinematogr­áficas. Allí se rodaron algunas escenas del primer largo- metraje colombiano Bajo el cielo antioqueño, escrita y producida por Gonzalo Mejía y dirigida por Arturo Acevedo.

Reminiscen­cias

“Se decía que era más fácil que el río se devolviera a que faltaran las fiestas en el Hotel Magdalena, especialme­nte las de fin de año. Los habitantes esperaban con anhelo los pitos a media noche de los vapores enfilados en el puerto y del tren, para continuar el baile que era amenizado hasta por tres orquestas”, narra el libro del Museo Nacional.

Estos recuerdos y la sola mención de Puerto Berrío, causan en Juan Manuel Arbeláez que la piel se le ponga “arrozuda”. Sus padres, Guillermo y Gabriela Jaramillo, fueron administra­dores del hospedaje entre 1950 y 1957, y luego de 1964 a 1970.

“La gente se vestía de blanco. Las mujeres iban de

“Era imponente el Hotel Magdalena, al que ni siquiera nos atrevimos a entrar por el aspecto de caro que tenía”. BELISARIO BETANCUR Relato de la adolescenc­ia del expresiden­te (EL COLOMBIANO 1989).

pava, los hombres llevaban sombrero y zapatos blancos o combinados de negro y blanco. Las faldas de las mujeres eran amplias y vaporosas”, recuerda Arbeláez.

En el hotel nacieron algunos de sus hermanos, con quienes disfrutaba en la piscina, que dice era muy profunda y sin filtros, y no se compara con la pequeña pileta que tiene el Ejército hoy en el mismo lugar.

El impacto que sintió cuando visitó el hotel en los años recientes fue muy grande, pues aunque reconoce que el edificio está muy bien mantenido, gran parte de la mueblería que la unidad militar acondicion­ó como museo para evocar el pasado del lugar no es auténtica.

“Quizás lo pusieron para ambientar, pero no son las originales. Hay vajillas y objetos que les entregamos nosotros a la Decimocuar­ta Brigada para que los acomodaran en la habitación de muestra y el comedor”, comenta Arbeláez.

El adiós del hotel

El Puente Monumental, que fue un hito de la ingeniería en 1961, unió a Santander y Antioquia; sin embargo, también significó la decadencia del hotel. Sus cinco estrellas cayeron cuando los hidroavion­es y los barcos fueron reemplazad­os por el transporte terrestre.

“Vendieron el Ferrocarri­l a la Nación, en 1963, y tres años después el hotel pasó a manos del hospital La Cruz, que lo alquilaba principalm­ente a ganaderos”, relata Rubén Mejía.

Por décadas, hasta los años 80, el Magdalena pasó de recibir celebridad­es y personajes ilustres a ser un inquilinat­o en el que, revela Mejía, iban saqueando los objetos y los muebles con los que contaba el hospedaje.

Mientras la pintura iba ca- yéndose y la estructura del edificio amenazaba ruina, la violencia de los grupos armados se apoderó de la región. Finalmente el Departamen­to decidió entregarlo en 1983 para que allí se instalara el Ejército, que necesitaba una base más cercana a Antioquia para controlar la zona y tenía su asentamien­to más próximo en Cimitarra (Santander).

Así fue que el hotel dejó de serlo, y aunque anualmente invierten cerca de 20 millones de pesos para conservarl­o en buen estado, allí solo quedan oficinas, en las que trabajan en el día cerca de 50 personas-y en la noche duermen 12 militares.

“Tenemos que luchar contra la humedad del municipio, que a veces alcanza los 35 grados centígrado­s. Hay que estar pendientes porque la pintura sufre mucho con el clima”, explica el mayor Hernán Yesid Reyes.

En algunos puntos del edificio se evidencia el vaho que produce el vapor del ambiente; no obstante, la fuerza de su fachada y sus interiores, bien mantenidos, resaltan sobre el resto del pueblo, que parece olvidarse de su patrimonio.

Muchas cosas dejaron de pasar en Puerto Berrío: el tren, los grandes barcos, los hidroavion­es y los huéspedes del Hotel Magdalena. El que siempre pasa es el río. Junto a este permanece el edificio que guarda el eco de las historias de expresiden­tes, cantantes, actores y tantos otros personajes, dentro de sus paredes

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FOTOS 1. La zona de la fuente, que antes fue ocupada para servicios del hotel, ahora es usada como dispensari­o y zona de oficinas. 2. Entrada principal del hotel a mediados del siglo XX. 3. Entrada principal del hotel en la actualidad.
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