El Colombiano

En Laureles

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fue hallado en la madrugada en una acera del barrio El Velódromo, con 34 heridas producidas con destornill­ador.

Esa vez nadie les pagó por el homicidio, solo lo hicieron para mandar un mensaje: aquí mandamos nosotros.

Lazos criminales

La Dijín, la Sipol y la Dirección de Fiscalías contra la Criminalid­ad Organizada se unieron para desenmasca­rar a la facción que venía dejando esta hilera de muertos, y de la que muy poco se sabía en los corrillos policiales.

Gracias a las intercepta­ciones, se enteraron que uno de sus principale­s cabecillas era, presuntame­nte, Víctor Hugo Benítez (“Repelín”). Su nombre saltó a escena el 14/4/18, cuan- do fue detenido en el distrito de San Miguelito, en Panamá, portando 200 kilos de cocaína junto a un guatemalte­co.

Tras lo sucedido, la jefatura del grupo quedó en cabeza de Juan Pablo Henao Correa (“el Mono”), con sus supuestos coordinado­res Carlos Esteban Londoño (“el Cabe”), Esteban Urrea Cano (“Muleta”) y Andrés Pérez Orrego (“el Pulpo”).

Del sicariato se encargaban, al parecer, Santiago Lopera Restrepo (“Peludo”), Didier Torres Gómez (“Didier”), Brayan Múnera Rendón (“Múnera”) y el citado Kevin López Mejía (“Kevin”).

Varios de estos integrante­s se coordinaro­n, según el expediente, para ejecutar otro contrato letal en el que el blanco era Francy Milena Velásquez Vargas, de 32 años y empleada de una óptica de El Poblado.

La acecharon durante una semana y el pasado 18 de julio le dispararon en la cabeza a una cuadra de su casa, en el barrio Triana de Itagüí.

La secuencia de asesinatos paró el 26 de septiembre, cuando los policías capturaron a los miembros de la agrupación, que bautizaron como “la Oficina de Laureles”. A los investigad­ores les llamó la atención que los cabecillas y coordinado­res provenían de familias de estrato alto, que eran “hijos de papi”.

Los ocho detenidos (incluyendo a Kevin) señalaron que eran independie­ntes, pero los agentes encontraro­n un vínculo con la banda “la Terraza”, que delinque hace más de una década en Medellín.

El enlace entre las facciones era, presuntame­nte, Arbey Acevedo Restrepo (“Deiby”). Los agentes no alcanzaron a capturarlo porque nueve días antes del operativo, otros sicarios lo aniquilaro­n cuando conducía una moto por una vía de Manrique Oriental.

En la audiencia de control de garantías, a los procesados les imputaron los homicidios del mánager de futbolista­s Juan de Dios Perdomo, el diseñador de tatuajes Juan David Rendón, la empleada Francy Velásquez y el comerciant­e Carlos González.

Sobre este último, la participac­ión de “la Oficina de Laureles” podría arrojar luces sobre el misterioso caso del robo a la multimillo­naria caleta del Clan del Golfo, pues a la fecha se han registrado cuatro muertes ligadas a este hecho, tal cual denunció EL COLOMBIANO en un reportaje titulado “Un botín de la mafia deja su rastro de víctimas” (ver el recuadro).

Los detenidos están en los calabozos de la Sijín, esperando la remisión a la cárcel. No han querido decir quiénes los contrataba­n. Por experienci­a saben que hablar tiene un duro precio que se paga en esta vida

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SANTIAGO MESA Y CORTESÍA

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