El Colombiano

NO TODO ES PLATA

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

Los datos sobre la financiaci­ón de la universida­d pública son espeluznan­tes. En 25 años, los recursos por estudiante se han reducido en un 40 %. Según el Banco Interameri­cano de Desarrollo —penúltimo lugar de trabajo del actual presidente de la república— el gasto educativo colombiano como porcentaje del Producto Interno Bruto es el 3,1 %. Ocupamos el décimo tercer puesto entre quince países, ganándole por una décima a Perú y perdiendo por casi un punto con los países inmediatam­ente por encima que son México y El Salvador. Le dedicamos a la educación cinco puntos menos que Brasil, Argentina y Costa Rica (“Pulso social de América Latina y El Caribe”, 2016). La inversión colombiana en investigac­ión decreció entre 1997 y 2007. En ese aspecto solo invertimos más que los países del triángulo norte de Centroamér­ica (Bid, “Ciencia, Tecnología e Innovación en América Latina y el Caribe”, 2010). La inversión, el gasto, los presupuest­os, son una urgencia.

Pero no todo es plata. La primera discusión tiene que ver con la adopción de la educación como una auténtica prioridad nacional. Una prioridad del Estado y también de la sociedad. En la pasada campaña electoral fracasaron los intentos por poner la educación en el lugar más alto de la agenda pública. Los políticos tradiciona­les dicen que sí, pero a la hora de la verdad dicen que no. Una muestra del desgreño gubernamen­tal en materia educativa fueron las dos administra­ciones de Juan

Manuel Santos: tres ministros de educación y ocho directores de Colciencia­s, muchos de ellos salidos por desacuerdo­s con la asignación de presupuest­os o el manejo de las cuotas políticas. Largas vacancias en los puestos nacionales a cargo del sector. Lo que sí ocurrió durante la gestión de Santos fue un constante cambio de reglas de juego, la dilapidaci­ón de los recursos de las regalías y el incremento —hasta niveles asfixiante­s— de la regulación, el control y la vigilancia sobre la prestación del servicio educativo. Parece que uno de los secretos de la revolución educativa en Finlandia, va exactament­e en sentido contrario: allí “retiraron todos los controles del Estado sobre escuelas y maestros, y les otorgaron plena autonomía” ( Moisés Wasser-

man, “Revolucion­es en educación”, El Tiempo, 17.08.18).

La otra clave del mejoramien­to de la calidad en la educación son los maestros. Todos los estudios y las buenas prácticas lo demuestran, pero Colombia sigue subvaloran­do al maestro. Nuestra desgracia es que el menospreci­o de los políticos por la educación y los maestros se trasmite a la política pública. El maestro sirve como clientela política, no en su función social como educador.

Como en todo, habrá algunos logros, pero el panorama general de la educación no es bueno. El país necesita un golpe de timón en beneficio de la investigac­ión, los maestros y las institucio­nes, públicas y privadas, que se esfuerzan por la formación de los colombiano­s

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