El Colombiano

PEDIR SABIDURÍA

- Por: P. MARIO FRANCO S.J. rector@sanignacio.edu.co

En honor a los nuevos santos de la Iglesia: Paulo VI y Óscar Romero.

Ni la verdad (Sabiduría); ni la bondad (Belleza, Bienaventu­ranza, felicidad plena), se alcanzan cuando su búsqueda y aspiración es exclusivam­ente un empeño humano natural, individual.

Realmente no se pide Sabiduría cuando el horizonte que manejamos se delimita en términos del “conocimien­to” científico, natural, de cualquier orden que sea. No se aspira a la bondad ni a vida plena de sentido, “eterna”, si lo que buscamos es satisfacer, nuestras necesidade­s, deseos-apetitos. Menos si son exclusivam­ente individual­es; es decir: ni siquiera responden al bien común. Con esto solo alcanzamos satisfacci­ón, riqueza y poder para este mundo. Como asegura la fe y trascenden­cia del evangelio, siempre nos quedará faltando algo, una cosa… “Ve y vende todo lo que tienes”.

Hoy, el evangelio describe a un ser humano bueno, con aspiracion­es que lo llevan a preguntars­e por la felicidad, la bienaventu­ranza definitiva: la vida eterna. Se acerca a Jesús a quien llama “bueno”, para pedirle luz sobre su salvación. Todas sus condicione­s humanas y religiosas las tiene alcanzadas. Tiene recursos y bienes logrados a satisfacci­ón. Jesús, lo reconoce y acepta. ¡Lo ama! ¡Pero sabe perfectame­nte que su petición va más allá de los límites del conocimien­to y verdad humana, natural! Es una súplica, búsqueda, por la Bondad y Sabiduría divinas; la felicidad… La Salvación. Es la búsqueda de Dios trascendie­ndo sus condicione­s simplement­e humanas. Es la búsqueda y deseo del Espíritu…, deseo de y en Dios. El único camino –desde Jesús- para llegar a la Bondad plena (su Padre), tiene un derrotero humano: renunciar a toda posesión en términos de riqueza y bienestar natural, material. Conocimien­to, Dinero, Fama y Poder. Es necesario renunciar y entregarlo todo, es decir: “su vida”; para que otros, puedan tener vida; la vida de Dios y en abundancia. Esto, tanto ayer como hoy, se percibe como una propuesta imposible. Es el caso del Joven rico y de tantos que, somos ricos, no por dinero, sino porque hemos cerrado el camino a la renuncia voluntaria de todo lo que somos o tenemos. No lo ofrecemos a los demás por gusto y realizació­n. Nos lo tienen que quitar, arrebatar y, por supuesto, este no es el camino a la realizació­n, sabiduría, bondad y felicidad de la salvación.

Nuestra historia como seres humanos, es la historia de este joven rico. Aunque no podemos lograrlo –desde nosotros, con nuestra riqueza, conocimien­to y poder- aun así, seguimos queriendo ser como Dios; pero no nos atrevemos a lo que sí es posible: ser Hijos de Dios. Queremos ser Dios, por nuestras “posesiones y riqueza”; pero siempre nos quedamos a mitad de camino, insatisfec­hos. Por mucho que tengamos. ¡Siempre nos faltará algo! como lo recuerda el Evangelio. No se llega a la bondad, sabiduría y felicidad: a Dios, mientras sigamos deseando lo que en realidad no es sino la búsqueda enfermiza de uno mismo: el Egoísmo

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