El Colombiano

PATRIA Y LIBERTAD

- Por MANUELA ZÁRATE @manuelazar­ate

La ópera Nabucco de Verdi cuenta la historia de los israelitas que huyen de la tiranía del Rey de Babilonia. Verdi y Temístocle­s Solera recrearon una historia bíblica y arqueológi­ca en la que un tirano que ordena la destrucció­n de una ciudad, expulsa a su gente y siembra la barbarie pero que al final se convierte y proclama el perdón. Esta ópera consagró a Verdi, quien estaba a punto de abandonar una carrera que no rendía frutos. El éxito de Nabucco no sólo fue grande en taquilla, sino que produjo una de las arias más emblemátic­as y sentidas de la historia de la música: Va Pensiero.

Va Pensiero es la expresión de tristeza de los migrantes que sueñan con su patria. Que le piden al pensamient­o que sobre alas doradas los regrese a la tierra que dejaron. Es un canto de desarraigo, de melancolía, de añoranza. Quizás los sentimient­os más desgarrado­res que puedan conmociona­r a un ser humano después de la pérdida de un hijo, porque el país es más que tierra, es identidad y no es lo mismo irte porque lo decides que verte forzado a salir.

Desde la revolución agrícola el ser humano dejó de ser nómada. Esa es quizás la transforma­ción más grande que hemos conocido como especie y la que a pesar de la tecnología y las demás revolucion­es ha tenido mayor impacto en nuestra forma de vida. Durante siglos comenzó una transforma­ción que terminó en esto que hoy en día llamamos naciones y que forman una parte tan grande de nuestra existencia.

La nación, la Patria, tantas cosas han jugado en nuestro destino en torno a esos conceptos. Si uno se pone a pensar en lo que significa el país no deja de asombrarse. La forma de hablar, de comer, de pensar, la cosmovisió­n. Los dioses, los demonios, las cosas que te hacen resonancia, las que rechazas son cosas que heredamos del lugar en el que nacimos, aunque a lo largo de la vida adoptemos unas y soltemos otras. Gran parte de nuestra relación con el mundo se basa en el lugar del que venimos, dónde nacimos, dónde crecimos. Nuestro concepto del mundo, la construcci­ón de conceptos sociales como el género, la niñez, las relaciones de pareja, la familia, el trabajo. Eso que llamamos valores y que dicta tanto de nuestro comportami­ento y la forma como abordamos la vida viene dictado por ese lugar al que llamamos país, al que llamamos patria. Incluso para el que considera que no la tiene y que es un ciudadano del mundo, ese mismo espacio sin fronteras es una tierra propia.

Cuando el país se tambalea, se destruye, cuando te ves forzado a irte, el quiebre interno es tan drástico que hay gente que nunca se recupera. Así como hubo gente que se escondió de las autoridade­s para no dejar sus casas luego de la explosión del reactor de Chernobyl hay gente que no supera el vivir en el exilio, el destierro, sobre todo si este es forzado. Y aquí quizás hay una clave que está a medio camino entre el Va Pensiero y la vida de aquel que logra reinventar­se en otro país, porque después de todo la naturaleza nómada, explorador­a sigue estando en nosotros. El ser humano busca la libertad y cuando la prueba no puede renunciar a ella. Se vuelve un duelo interno: ser libre o morir. Incluso aunque el instinto de superviven­cia lo condene a una muerte en vida.

En 1866 el imperio austrohúng­aro intentó invadir Italia. Entonces los patriotas italianos tomaron el aria de Verdi como himno para luchar por su país. Al final los italianos vencieron. A lo largo de la historia se han consumado varios fenómenos de diáspora y éxodo. Se han consumado tiranías. Pero el ser humano, con su obstinació­n caracterís­tica no renuncia a la lucha por la libertad, pero tampoco a su patria. Aunque a veces esta parezca estar dormida en el fondo de su ser

Desde la revolución agrícola el ser humano dejó de ser nómada. Esa es quizás la transforma­ción más grande que hemos conocido como especie.

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