IDEALISMO EMPRESARIAL
Querido Gabriel, Cientos de millones de personas en el mundo piensan que las grandes empresas son algo así como unos tigres hambrientos que andan sueltos, que son organizaciones agresivas, abusivas y ventajosas. Si pedimos a un au- ditorio que nos ayude a completar una expresión de dos palabras, siendo la primera “capitalismo”, ¿cuántas veces crees que la segunda será, mayoritariamente, “salvaje”? Diferentes encuestas muestran una creciente desconfianza, sobre todo entre los jóvenes, en estas organizaciones. El cariño por las empresas se erosiona lentamente y así se abona el terreno para populismos o experimentos económicos probadamente desastrosos.
¿Qué tal si en lugar de quejarnos, invitamos una tertulia para buscar posibles caminos? ¿Será que juntamos empresarios, jóvenes y otros líderes sociales a conversar sobre ese crucial papel de las empresas en la construcción de una sociedad justa? Esta semana estuve en un congreso de Capitalismo Consciente, una tribu a la que deberíamos ponerle más atención en Colombia.
Fue hermoso ver a trescientos fundadores y presidentes conversando sobre cómo luchar contra la pobreza, qué se puede hacer para cuidar la salud humana, hablando de propósitos empresariales superiores y de cómo conectarlos con el propósito vital de cada empleado. Ellos declaran, sin titubear, que las empresas las hacen las personas, y que deben ser esos lugares en los que cada uno pueda progresar y florecer. Son gente que reconoce que la libre empresa ha traído grandes y positivas consecuencias sociales, pero que parece haberse perdido un poco del camino al pregonar que su prioridad son las ganancias, incluso si esto implica marginar al ser humano del proceso.
Un empresario de muebles habló contra la obsolescencia programada, sus productos duran toda la vida, porque quiere contaminar menos y pretende disminuir el tamaño de su mercado. Una pareja de empresarios de pizzerías contó que no quieren crecer porque les gusta conocer por el nombre a todos sus empleados y poder saludar a los clientes. Otro, de una famosa organización de viajes, propuso una nueva economía colaborativa que trata de la colaboración entre generaciones, en el lugar de trabajo. Fue increíble ver al presidente de una empresa de zapatos decir que ellos no son una empresa grande, sino un gran propósito que al crecer se volvió una gran empresa. Al final, alguien preguntó: ¿Cuál es el fin último de una empresa? Y respondió sonriente: la naturaleza.
Kelly Healey, la rectora del Babson College, remató afirmando que el capitalismo cons- ciente no tiene nada que ver con izquierdas o derechas, que es político, mas no partidista. “Dónde nos perdimos”, dijo, “fue en no comprender que nuestra prioridad máxima, de todos los partidos y organizaciones, en todas las naciones, debe ser la dignidad humana”.
Acá en Colombia tenemos muchas como estas, conscientes y comprometidas. Muchas grandes han emprendido el camino, con valentía, y las jóvenes tienden a nacer así, como respuesta a sus tiempos. ¿Será que las juntamos para que se vean más, compartan experiencias y puedan, como dice John
Mackey, fundador de Whole Foods Market y de este movimiento, “liberar el espíritu heroico de las empresas”?
Hablaremos de medio ambiente, consciencia, felicidad, respeto y dignidad. Tal vez desde allí podamos impulsar una comunidad de empresarios idealistas, para crear una nueva forma de confianza en las organizaciones, inspirados en esa bella idea de Khalil Gibran: “El trabajo es el amor hecho visible” ■
Veteranos empresarios reconocen que la libre empresa ha traído positivas consecuencias sociales, pero que parece haberse perdido un poco del camino al pregonar que su prioridad son las ganancias.