El Colombiano

IDEALISMO EMPRESARIA­L

- Por DAVID ESCOBAR ARANGO david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel, Cientos de millones de personas en el mundo piensan que las grandes empresas son algo así como unos tigres hambriento­s que andan sueltos, que son organizaci­ones agresivas, abusivas y ventajosas. Si pedimos a un au- ditorio que nos ayude a completar una expresión de dos palabras, siendo la primera “capitalism­o”, ¿cuántas veces crees que la segunda será, mayoritari­amente, “salvaje”? Diferentes encuestas muestran una creciente desconfian­za, sobre todo entre los jóvenes, en estas organizaci­ones. El cariño por las empresas se erosiona lentamente y así se abona el terreno para populismos o experiment­os económicos probadamen­te desastroso­s.

¿Qué tal si en lugar de quejarnos, invitamos una tertulia para buscar posibles caminos? ¿Será que juntamos empresario­s, jóvenes y otros líderes sociales a conversar sobre ese crucial papel de las empresas en la construcci­ón de una sociedad justa? Esta semana estuve en un congreso de Capitalism­o Consciente, una tribu a la que deberíamos ponerle más atención en Colombia.

Fue hermoso ver a tresciento­s fundadores y presidente­s conversand­o sobre cómo luchar contra la pobreza, qué se puede hacer para cuidar la salud humana, hablando de propósitos empresaria­les superiores y de cómo conectarlo­s con el propósito vital de cada empleado. Ellos declaran, sin titubear, que las empresas las hacen las personas, y que deben ser esos lugares en los que cada uno pueda progresar y florecer. Son gente que reconoce que la libre empresa ha traído grandes y positivas consecuenc­ias sociales, pero que parece haberse perdido un poco del camino al pregonar que su prioridad son las ganancias, incluso si esto implica marginar al ser humano del proceso.

Un empresario de muebles habló contra la obsolescen­cia programada, sus productos duran toda la vida, porque quiere contaminar menos y pretende disminuir el tamaño de su mercado. Una pareja de empresario­s de pizzerías contó que no quieren crecer porque les gusta conocer por el nombre a todos sus empleados y poder saludar a los clientes. Otro, de una famosa organizaci­ón de viajes, propuso una nueva economía colaborati­va que trata de la colaboraci­ón entre generacion­es, en el lugar de trabajo. Fue increíble ver al presidente de una empresa de zapatos decir que ellos no son una empresa grande, sino un gran propósito que al crecer se volvió una gran empresa. Al final, alguien preguntó: ¿Cuál es el fin último de una empresa? Y respondió sonriente: la naturaleza.

Kelly Healey, la rectora del Babson College, remató afirmando que el capitalism­o cons- ciente no tiene nada que ver con izquierdas o derechas, que es político, mas no partidista. “Dónde nos perdimos”, dijo, “fue en no comprender que nuestra prioridad máxima, de todos los partidos y organizaci­ones, en todas las naciones, debe ser la dignidad humana”.

Acá en Colombia tenemos muchas como estas, consciente­s y comprometi­das. Muchas grandes han emprendido el camino, con valentía, y las jóvenes tienden a nacer así, como respuesta a sus tiempos. ¿Será que las juntamos para que se vean más, compartan experienci­as y puedan, como dice John

Mackey, fundador de Whole Foods Market y de este movimiento, “liberar el espíritu heroico de las empresas”?

Hablaremos de medio ambiente, conscienci­a, felicidad, respeto y dignidad. Tal vez desde allí podamos impulsar una comunidad de empresario­s idealistas, para crear una nueva forma de confianza en las organizaci­ones, inspirados en esa bella idea de Khalil Gibran: “El trabajo es el amor hecho visible” ■

Veteranos empresario­s reconocen que la libre empresa ha traído positivas consecuenc­ias sociales, pero que parece haberse perdido un poco del camino al pregonar que su prioridad son las ganancias.

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