El Colombiano

LA PRIMERA VEZ EN UN CASINO

- Por ELBACÉ RESTREPO elbacecili­arestrepo@yahoo.com

La invitación de unos queridos amigos para ver un espectácul­o artístico se convirtió en la razón para visitar un casino por primera vez en mi vida, y espero que por última.

Si bien el evento se llevó a cabo en un auditorio, la entrada por el salón de juegos, inmenso, brillante y lujoso, era obligada para todos los asistentes que recibían un bono de cortesía, de muy poco valor, por cierto, para jugar en cualquiera de las máquinas. “Y si no sabe no se preocupe, ya le llamo a una asesora para que le indique”.

Mientras llegó la profesora me detuve a observar. Había cientos de personas, muchas de ellas como almas en pena, absortas frente a sus máquinas tragamoned­as. Algunas les daban con la palma de la mano a las pantallas con tanta vehemencia que pregunté si era parte del juego acabar con ellas. La respuesta es no, me dijo la asesora, “lo hacen como agüero, para atraer la buena suerte”. El bono se acabó en cuestión de tres espabilada­s. Pero “no se preocupe, —dijo la misma joven que me enseñó a perder aquellos pocos miles de pesos en menos de un minuto— Diligencie esta boleta para que participe en un sorteo de otros bonos más adelante”. La arrugué y la tiré al fondo de mi bolso. Hay premios que prefiero no ganarme.

Tanta generosida­d me recordó a los jíbaros que merodean por escuelas y colegios regalándol­es a los niños sus primeras dosis de bazuco.

Una vez en el auditorio, igual de inmenso, brillante y lujoso, antes de la presentaci­ón artística dieron paso a los cortos, como si estuviéram­os en cine, sobre el propósito de la empresa: “generar emociones a través de experienci­as de entretenim­iento y diversión responsabl­e, superando las expectativ­as”. Sí, me queda claro que la responsabi­lidad de los jugadores le interesa mucho a la empresa. ¡Cómo no, pa!

¡Cuántas tragedias han ocurrido en un casino! Los enfermos de adicción al juego, porque la ludopatía no es un vicio sino una enfermedad, pierden hasta la risa, la noción del tiempo, grandes fortunas, el empleo y el afecto de sus seres queridos.

Puede que en el bolsillo no tengan una ficha, pero casi siempre ganan: Deudas, a veces impagables, en el intento de recuperar lo perdido; problemas en sus relaciones familiares; un mal estado de salud en general; líos legales, porque pueden llegar a cometer fraudes y delitos. Pueden ganar, in- cluso, intentos de suicidio.

Cuando se acabó la obra, dos horas después, en el salón de juegos estaban los mismos y otro tanto de jugadores nuevos. Las pantallas de los que llaman la suerte a palmadas seguían ahí, y ellos también, solos frente a su máquina de premios escasos, esperando que su gran depredador arrojara plata encima de su cuerpo.

No voy a proponer una cruzada para quemar casinos, al fin y al cabo que a nadie obligan y son legales, pero me queda la misma sensación que producen en mí las prenderías, ahora llamadas compravent­as, cuando alguien, llevado del que sabemos, les entrega una prenda a cambio de unos cuantos pesos a unos intereses usureros. O ante las filas interminab­les en las casas de chance, evidencia del enriquecim­iento infinito de las empresas del vicio a costa de la enfermedad, la ignorancia o la desamparad­a necesidad de tanta gente

¡Cuántas tragedias han ocurrido en un casino! Los enfermos de adicción al juego, porque la ludopatía no es un vicio sino una enfermedad.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia