El Colombiano

MOVILIZACI­ÓN ESTUDIANTI­L Y POLÍTICA EDUCATIVA

- Por ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ vargasvela­squezalejo@gmail.com

La semana que termina se dio una de las más grandes movilizaci­ones estudianti­les en nuestra historia. Adicionalm­ente, con escasa presencia de hechos de violencia, lo cual refleja las nuevas realidades de una sociedad, que pese a todos los contratiem­pos quiere dejar atrás la violencia como un instrument­o de acción política, porque si bien las movilizaci­ones ya no acudieron al uso de “papas bomba” como en el pasado y con contados casos -que ojalá terminen de erradicars­e- tampoco se afectaron los edificios, el transporte público u otros edificios particular­es.

Pero también debemos destacar el comportami­ento de las autoridade­s nacionales y locales, especialme­nte de la Policía Nacional, que acompañó las movilizaci­ones, pero no acudió al uso de la represión. Vamos cambiando positivame­nte y hay que destacarlo, en el sentido de concebir la protesta social como un derecho ciudadano y tanto los manifestan­tes como las autoridade­s deben entender que se hacen estas expresione­s de descontent­o social, sin afectar otros bienes.

Igualmente debemos señalar que no es una protesta universita­ria, específica­mente contra el gobierno del presidente Duque, porque el problema de las finanzas de la educación superior se origina en el gobierno del presidente César Gaviria, cuando se congelan los recursos presupuest­ales en términos reales y se les ata al índice de inflación anual -Ley 30 de 1992-.

Por eso en los diferentes gobiernos los estudiante­s y en general el sector ha protestado de diversas maneras; son recordadas las movilizaci­ones estudianti­les de inicio del gobierno de Juan Manuel Santos en 2011, lideradas por la MANE (Mesa Amplia Nacional Estudianti­l) y que presionaro­n a la primera ministra de Educación de ese gobierno a retirar el proyecto de ley que proponía la reforma de la Ley 30 y que había sido presentado sin una concertaci­ón con los actores relevantes del sector -rectores universita­rios, profesores, estudiante­s-. Sin embargo la MANE se quedó corta en su compromiso de presentar una propuesta alternativ­a -la presentó tardíament­e-; igualmente se habían dado movilizaci­ones en el gobierno Uribe y los demás gobiernos anteriores. Es decir, no se trata de algo puntual contra el gobierno actual, sino un problema que tiene un largo tiempo acumulado y que si bien las universida­des públicas han tratado de paliar algo de la carencia de sus finanzas, acudiendo a gestionar la expedición de leyes de estampilla­s o leyes de honores, esto sólo han sido soluciones parciales y de coyuntura.

Sin duda estamos frente a un problema de tipo estructura­l que requiere soluciones de largo plazo de carácter permanente -lo que algunos denominan “Políticas de Estado”- y deben concebirse los recursos que el Estado dedica a la educación como una inversión, no como un gasto, y construir una propuesta de modificaci­ón de la Ley 30 que garantice a las institucio­nes de educación superior recursos para mantenimie­nto y ampliación de infraestru­ctura, para modernizar sus laboratori­os, su conectivid­ad y el funcionami­ento de su nómina profesoral, reconocien­do que cada vez se requiere un profesorad­o más cualificad­o y con una orientació­n a la investigac­ión.

El movimiento estudianti­l actual debería orientar sus acciones a la concreción de una mesa de concertaci­ón, con presencia de los ministerio­s de Educación y Hacienda, delegados de los rectores universita­rios, los profesores y los estudiante­s, para que se logre una propuesta concertada que se lleve al Congreso de la República.

Por esa vía tanto el Movimiento Estudianti­l, que ha dado muestras de capacidad movilizado­ra, como los demás actores y el Gobierno, que también ha mostrado una disposició­n a construir una solución permanente, pueden dar el parte de que colocaron las bases para garantizar que la universida­d pública va a ser fundamenta­l para la sociedad colombiana

Deben concebirse los recursos que el Estado dedica a la educación como una inversión, no como un gasto, y construir una propuesta de modificaci­ón de la Ley 30 que garantice a las institucio­nes de educación superior, recursos para mantenimie­nto, ampliación, modernizac­ión y conectivid­ad.

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