El Colombiano

El santo que buscó la paz en medio de la dictadura

Monseñor Óscar Romero fue canonizado ayer por el Papa Francisco. Él es un emblema de unión para centroamér­ica.

- Por JULIANA GIL GUTIÉRREZ

Óscar Romero fue un sacerdote perseguido por la violencia de El Salvador, país que hacia la década del 80 vivió una Guerra Civil y una dictadura militar de extrema derecha. Recordado por el Papa Francisco como un prelado “cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizad­o por Jesús y sus hermanos”, en medio de su lucha, el ahora santo fue asesinado.

En febrero de 1980, la radio católica YSAX en la que colaboraba Romero, fue dinamitada. Tan solo un mes después, un maletín con 72 candelas de dinamita fue dejado en la Basílica del Sagrado Corazón, donde oficiaba la Eucaristía. Pero, ¿quiénes estaban detrás de él? La ultraderec­ha del país había difundido un panfleto en el que lo tildaba de “el sátrapa Romero, calumniado­r, mentiroso y con una mente infame”.

Monseñor Romero, en medio de su desespero al saberse acorralado y perseguido, hizo un llamado a los soldados para que cesara la represión. No fue escuchado. El lunes 24 de marzo de 1980, un francotira­dor le disparó mientras oficiaba la eucaristía en la capilla del hospital Divina Providenci­a, en el norte de la capital, San Salvador.

Al ser 1980 un año de conflictos, su asesinato marcó el comienzo de la Guerra Civil de su país, que tras más de doce años de enfrentami­etnos dejó 75 mil muertos y al menos 7 mil desapareci­dos. Por eso, san Óscar Romero es un em-

blema de paz para los salvadoreñ­os, 7 mil de los cuales peregrinar­on hacia la Santa Sede para estar presentes en la canonizaci­ón, según informó el Vaticano. Además, la Iglesia estima que alrededor de 70 mil personas de diferentes nacionalid­ades participar­on de la ceremonia oficiada por el Papa Francisco.

Recuerdos de un mártir

Hernán Olano, abogado canonista, comenta que san Óscar Romero “vivió en un momento de cambios políticos y de lucha guerriller­a. Fue quien buscó que se defendiera­n los derechos de las personas frente a la arbitrarie­dad del estado”. Y, aunque sus mensajes de

conciliaci­ón no fueron escuchados por las guerrillas y los políticos, ya que la Guerra Civil y la dictadura de José Napoleón Duarte fueron inminentes, sí marcó el deseo del pueblo de volver a vivir en paz.

Junto a Romero, también fue canonizado el Papa Pablo VI. Francisco, el actual Sumo Pontífice, aseguró que “es hermoso que junto a él y a los demás santos y santas, se encuentre Monseñor, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incomodida­d, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente. Con el corazón magnetizad­o por Jesús y sus hermanos”.

Salvador Sánchez, presidente de El Salvador, aseguró que la canonizaci­ón de Romero es una oportunida­d “para hacer realidad su mensaje de vida y lograr la reconcilia­ción” en el país. Gracias a su reconocimi­ento como Santo, El Salvador vivió un fin de semana de celebració­n en nombre de monseñor Romero

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