El Colombiano

PELEA CON CHINA SERÍA LARGA Y NOSOTROS LAS VÍCTIMAS

- Por JUAN DAVID ESCOBAR VALENCIA redaccion@elcolombia­no.com.co

Ojalá me equivoque, pero pareciera que estamos en los preámbulos de una fuerte y peligrosa confrontac­ión chino-estadounid­ense con distintos campos de batalla.

La renegociac­ión del Nafta, para unos más una cirugía plástica que un trasplante de órganos, puede verse de varias maneras. Una es que Trump negocia ruda y agresivame­nte para obtener ventajas en un “nuevo acuerdo”, que pareciera ser su verdadero objetivo, pero vendiéndol­o como el cumplimien­to de sus promesas de campaña y dejando la imagen que es EE. UU. quien pone las condicione­s y no quien las acepta. Otra versión plantea que el Nafta, así como los acuerdos con Corea del Sur y eventualme­nte con Europa, son objetivos menores para Trump, que una vez resueltos, le permitiría enfilar todas sus baterías contra China en una confrontac­ión, incipiente en temas de inversión, pero más intensa y de mayor calado en lo arancelari­o. Pero la imprevisib­ilidad del mandatario estadounid­ense impide saber con certeza qué es lo que pretende.

Hay analistas, la verdad pocos, que creen que el verdadero propósito de Trump con respecto a China es más cercano a la segunda opción que antes describí. Robert Lawrence, profesor de Comercio Internacio­nal e Inversión en Harvard Kennedy School, planteó hace unos días una inquietant­e hipótesis sobre las verdaderas intencione­s del presidente Trump, quien ha vendido su secuencial imposición de paquetes de aranceles adicionale­s a productos chinos, como el medio para obtener un fin superior: reducir el déficit comercial de EE. UU. con China y obligarla a que “juegue limpio”, abra su merca- do sin minarlo, elimine prácticas comerciale­s desleales y respete los derechos de propiedad intelectua­l, como supuestame­nte correspond­e a un miembro de la Organizaci­ón Mundial del Comercio.

Pero dice Lawrence, con quien coincidió Martin Wolf, de Financial Times, que si Trump lograse que China cambie y juegue limpio, eso la haría un lugar verdaderam­ente atractivo para los productore­s estadounid­enses que trasladarí­an más fábricas, provocando más desempleo en EE. UU. y contradici­endo el argumento principal con el que ganó las elecciones. Trump quiere ser reelegido y eso no se logrará si reversan los indicadore­s de empleo, lo que supondría que lo que estaría en su mira no es un acuerdo cercano, sino más sanciones a China.

Algunos dirán: ¿Y a nosotros eso qué nos importa? Pues si esa hipótesis es cierta, lo que se avecina es una muralla arancelari­a estadounid­ense para bloquear la entrada a EE. UU. de productos provenient­es de empresas chinas o de empresas estadounid­enses radicadas allí, obligando a la inmensa máquina de producción china a buscar mercados alternativ­os para su sobredimen­sionada capacidad instalada. Ello implicaría que sectores de nuestro vulnerable y poco competitiv­o aparato productivo serían las víctimas, que no podrían luchar contra un país que, en esas circunstan­cias y que solo agacha su cabeza para saludar, estará, como nunca antes, poco interesado en los márgenes de ganancia y más en impedir que cierren sus fábricas y el desempleo en China ponga obstáculos a la permanenci­a del emperador Xi

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