América Latina: Democracia y crecimiento evangélico
La participación política evangélica y neo pentecostal en América viene en aumento. Pastores presiden gobiernos nacionales –Guatemala- y locales -Río de Janeiro-. Logran segundos lugares en elecciones presidenciales, como en Costa Rica. En Colombia se movilizaron por el “No” en el plebiscito por la paz (2016). En Brasil incidieron en el destitución contra Dilma Rousseff. Al tiempo que estuvieron a favor de Lula (2002) y recientemente están apoyando a Bolsonaro. Su éxito tal vez se deba a que uno de cada cinco latinoamericanos profesa estas creencias, a que se posicionan como la respuesta “idónea” a las crisis de corrupción en la región o a que han atendido carencias de grupos marginados. Su agenda se opone al matrimonio igualitario, la interrupción legal del embarazo y, a lo que denominan, “la ideología de género”. Exaltan un individualismo que empata con el pro- yecto neoliberal imperante en la región. Tienen capacidad económica y acceso a medios de comunicación para difundir sus posiciones. Ya se observan algunos efectos. Políticos con discursos de desprecio por ciertos grupos sociales, motivan e intensifican violencias y polarización. La deliberación democrática se sustituye por la imposición dogmática de interpretaciones libres de la biblia. La disciplina de partido es reemplazada o se mezcla con pautas religiosas. Se pone en duda la eficacia de las reglas electorales, que no prevén regular ventajas como el acceso a medios de comunicación propios y espacios de culto para hacer campaña. Así como la democracia, las iglesias también se verán afectadas al promover la secularización de sus creencias. Al convertirse en reglas institucionales ¿seguirán siendo dogmas de fe y guía espiritual?