¿EL PRÍNCIPE SAUDITA, PERTURBADOR, INCLUSO PARA TRUMP?
Ha pasado mas de una semana desde que el periodista saudí Jamal Khashoggi desapareció del consulado de Arabia Saudita en Estambul, y aún no es claro lo que le sucedió. Lo que sí es claro, sin embargo, es que la historia oficial saudí que dice que él abandonó el edificio volunta-
riamente no es creíble.
Independientemente de lo que haya ocurrido, también está claro que el asunto Khashoggi es solo el último signo de la creciente imprudencia de Arabia Saudita bajo el liderazgo del Príncipe heredero Mohammed bin Salman. Sin embargo, más caos es lo último que necesita el Medio Oriente y tampoco cumple con los objetivos de Estados Unidos en la región.
La relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita nunca ha estado basada en posturas políticas compartidas. Desde que comenzó en serio en la década de 1930, ha sido impulsado por el petróleo y la seguridad, y también por un deseo de cierta estabilidad en el Medio Oriente. Cada lado en algunas ocasiones se ha apartado de ese objetivo central, en particular, en el caso de los Estados Unidos, con la Guerra de Irak de 2003. Sin embargo, tanto Washington como Riyadh generalmente han preferido mantener un grado de tranquilidad en la región, aunque solo sea porque eso mantuvo al petró-
leo fluyendo y a los rivales del orden estadounidense -la Unión Soviética, Irán, Saddam Hussein- a raya. Pero la política exterior de Arabia Saudita ahora amenaza ese interés común: el MBS, como se conoce al príncipe heredero, es un disruptor.
Cuando dirigió por primera vez esos impulsos para sacudir la política doméstica saudí, dejando sin poder al establecimiento religioso, permitiendo conducir a las mujeres, abriendo la vida social saudí, alejando a la economía de su dependencia excesiva del petróleo, MBS ganó aplausos en Occidente. Pero cuando se trata de política exterior, su enfoque ha fracasado y es peligroso.
En junio de 2017, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos comenzaron un boicot contra Qatar, otra monarquía del Golfo Pérsico, por apoyar a la Hermandad Musulmana y mantener lazos con Turquía e Irán. Lejos de derribar a los qataríes, el embargo los ha acercado más a Ankara y Teherán, y puede complicar los esfuer-
zos estadounidenses para aislar a Irán.
Más consecuente es la guerra en Yemen. En 2015, una coalición emirata-saudí intervino para prevenir que los hutis, una facción rebelde aliada con Irán, ganaran control del país. Pero esas fuerzas aún tienen que desalojar a los hutíes de cualquiera de las principales ciudades del norte de Yemen, y mientras tanto la situación general del país se ha convertido en la peor crisis humanitaria del mundo, según Naciones Unidas. El caos continuo ofrece a Irán una oportunidad de bajo costo para drenar los recursos de Arabia Saudita, y abre nuevas posibilidades para que al-Qaida y el Estado Islámico echen raíces en Yemen.
Las iniciativas extremadamente ambiciosas y mal concebidas de MBS han dejado a Arabia Saudita más debil y la región menos estable, menospreciando los objetivos americanos. Lo mismo aplica a la desaparición de Khashoggi. Él no era una verdadera amenaza a MBS, pero ahora su supuesto secuestro
y asesinato por parte de oficiales saudíes en Estambul está empeorando las relaciones de Arabia Saudita con Turquía, una gran potencia regional, en un momento en que los dos países deberían estar buscando terreno común para limitar la influencia de Irán en Siria.
Sin embargo Trump no ha hecho ningún esfuerzo para controlar el aventurismo de MBS. La aparente cercanía de los dos hombres no es la causa de la imprudencia del príncipe. Pero el apoyo total de la administración Trump a MBS le está haciendo daño a los intereses de Estados Unidos.
Con la desaparición de Khashoggi, es hora de que Trump haga un llamado para responsabilizar a MBS. El embajador saudí en Estados Unidos ha negado cualquier involucramiento saudí en la situación del periodista. Si eso resulta no ser cierto, Washington tiene que enviarlo a casa.
Estados Unidos necesita una Arabia Saudita estable, así como una Arabia Saudita que no está desestabilizando al Medio Oriente