PA’ LA CALLE
Es evidente que el abanico de las problemáticas sociales en Colombia se abrió tras el acuerdo con las Farc.
A pesar de la desigualdad alarmante y la corrupción, de la torpeza gubernamental y la evidente falta de justicia, de un sistema de salud deficiente y un modelo estatal de educación que a penas sobrevive, de la violencia misma que pocas veces nos ha da respiro; los colombianos nos autodefinimos con frecuencia como una sociedad pasiva, inmóvil para la exigencia de derechos, poco altanera para reclamar lo que nos pertenece. En comparación con otros espacios latinoamericanos, a Colombia le cuesta caminar y gritar y protestar por lo que no es y debe ser, incluso cuando nos sobran motivos para hacerlo.
La marcha por la universidad pública de la semana pasada fue justo lo contrario. Y
da esperanza. Con tranquilidad, pero vehemencia, de forma pacífica en su gran mayoría, los alumnos y los profesores y los rectores y los directores de facultades, los egresados y los que aún no ingresan, elevaron la voz para dejar en evidencia el monumental déficit que arrastran las instituciones públicas de educación superior y exigir una redistribución presupuestaria.
Las cifras son de pánico. Para este momento el déficit acumulado llega a los 15 billones de pesos y aunque los giros aumentaron en la última década no se corresponden con el crecimiento exponencial de la cobertura, la enorme carga prestacional o el inmenso entramado administrativo
de las universidades.
Las plazas de las capitales llenas de pancartas enrostraron el tema a un Ejecutivo que apenas cumple dos meses pero que se tendrá que acostumbrar a una ciudadanía más despierta y crítica. Es evidente que el abanico de las problemáticas sociales en Colombia se abrió tras el acuerdo con las Farc y
será más común ver reivindicaciones de sectores tremendamente golpeados como el de salud o el de la educación.
Ilusiona que Colombia deje la apatía como sociedad y entienda que el rumbo del país va mucho más allá de las determinaciones presidenciales. Que la ciudadanía debe ser activa y exigir y controlar y cumplir su parte. Aunque una marcha por sí sola no transforma décadas de desbarajuste nacional, son estas las que visibilizan las problemáticas. Las que ponen el tema en los primeros minutos de los noticieros en las noches y en la página frontal de los periódicos. Ahí está una ganancia enorme, aún cuando el camino para la transformación de fondo sea más extenso