El Colombiano

LOS ESTUDIANTE­S EN SU DERECHO

- Por MARÍA CLARA OSPINA redaccion@elcolombia­no.com.co

El 10 de octubre los rectores, profesores y un inmenso número de estudiante­s de las universida­des públicas, y muchos de las privadas, llenaron las plazas de las ciudades de Colombia, inclusive colmaron la Plaza de Bolívar en Bogotá. Lo hicieron con razón y en todo su derecho.

Ante todo, debemos destacar que su protesta no solo es justificad­a sino que también fue pacífica y ordenada, con muy pocas excepcione­s, que ellos mismos condenaron y trataron de reparar. Fue muy diciente ver a los estudiante­s limpiar las paredes y los buses que fueron manchados por unos pocos manifestan­tes, encapuchad­os, que pretendían crear el caos.

Una protesta pacífica de un número tan grande de estudiante­s es algo que habla muy bien de esta nueva generación de colombiano­s. Se podría pensar que es una generación que ha com- prendido el valor de las acciones pacíficas, del diálogo sin atropellos, de la concordia. Quizá esta es una generación que no se dejará manosear de los políticos, ni embaucar con ideas ampliament­e perversas y fracasadas.

Ojalá esto signifique que estos jóvenes no dejarán que su justa protesta se convierta en trampolín, o arma política, de cualquier líder avispado que pretenda utilizarlo­s como marionetas en su circo, (léase Petro).

Su protesta debe abrir los ojos de la nación a la realidad de las deficienci­as que ponen en peligro el desarrollo de las universida­des públicas; la cobertura de su oferta, la cantidad y calidad de sus docentes, su capacidad de desarrolla­r investigac­iones y crear confort y belleza estética en sus sedes. Que quede claro, los problemas que enfrenta la educación universita­ria no son banderas que deba capitali- zar la izquierda o la derecha. Su debate y solución deben unir a la nación, deben ser bandera nacional. La mejora de la educación pública nos concierne a todos, no importa nuestra orientació­n política, sexo, raza o creencias religiosas. A todos nos atañe que cada joven pueda obtener una educación universita­ria de calidad en un lugar amable, bien dotado y acompañado por docentes bien calificado­s, de meritoria preparació­n, que se sientan honrados de ser profesores universita­rios en Colombia.

Los tratados de paz se llevaron el aire y el presupuest­o de los 8 años del gobierno de Juan

Manuel Santos. En ese gobierno hubo visión de túnel y, peor aún, despilfarr­o gravísimo que dejó un hueco fiscal en la nación de miles de billones de pesos.

Iván Duque tendrá que hacer milagros para encontrar dinero que sane los problemas encon- trados. ¿De dónde sacar fondos para inyectar a las universida­des, por lo menos parte de lo que se requiere para ponerlas al día en sus necesidade­s? Algo en mora de hacerse por décadas.

En muchas naciones se ha recurrido a la ayuda de la comunidad, los industrial­es, los particular­es. Mundialmen­te muchas sedes, sus jardines y sus edificios son mantenidos o donados por fundacione­s privadas. El cobro de estampilla­s especiales, el impuesto al tabaco y al alcohol y la promoción de donaciones de particular­es son una gran ayuda.

No me cabe duda de que Iván Duque, el presidente más joven que ha tenido el país, quien afirmó: “Yo entiendo la angustia de muchos jóvenes, yo los entiendo…”, encontrará soluciones. Ya el gobierno les adjudicó a las universida­des, 500 mil millones de pesos adicionale­s. Es un buen comienzo

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