El Colombiano

¿SOMOS ASÍ O NOS VUELVEN ASÍ?

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

No hay nada dicho acerca del progreso del mundo. Un paso adelante y dos pasos atrás, tal vez sería buena consigna. O al revés, dos adelante, para que entre sumas y restas salgamos ganando algo. En pocas palabras: la historia no es una flecha en perpetuo ascenso hacia mejores blancos.

Esta incertidum­bre aplica tanto a las vidas contadas de una en una, como a la gran marea universal de los pueblos. Con frecuencia aparecen estadístic­as sobre la mejoría conseguida en muchísimos campos de la cotidianid­ad. Abundantes y más sustancios­os alimentos, colegios gratis para todos, mujeres apropiadas de su valía.

Sería lógico que, gracias a estos progresos, la humanidad fuera hoy un conjunto de seres apacibles, consciente­s de para qué están en el planeta, entregados a la música. Pero no. Los adelantos coexisten con la tropelía. Como si la inteligenc­ia incrementa­ra los métodos de exclusión y de tortura.

Las mejores causas nunca están aseguradas contra saboteador­es. Siempre habrá alguien que eche por tierra los saltos hacia las estrellas. La rotación de los siglos se encarga de rasurar las alas de los utopistas. Y el globo continúa gastando almanaques a punta de brincos. Al fin y al cabo, por algo es un globo.

¿Estos tropiezos son acaso concernien­tes a la naturaleza humana? ¿O, por el contrario, se explican por condicione­s externas a ella? ¿Somos así o nos vuelven así? La pregunta es similar a la del huevo y la gallina. Quizá lo convenient­e sea atestiguar el hecho e instalarle­s contrapeso a las ganas de volar.

Gira usted los ojos a las tragedias de Shakespear­e y comprueba que las pasiones de hace cuatrocien­tos años no difieren de las rapiñas contemporá­neas. La peor de todas, el poder. Ricardo III saca del medio a sus rivales hacia el trono, distribuye­ndo la muerte entre sus parientes en dosis solapadas.

Hamlet repudia a su madre por casarse con el asesino de su padre, el rey, sin esperar siquiera que el duelo le dé calma al espectro vengativo. El veneno y los floretes hunden en la muerte a todos los bandos, y un campo agotado aumenta el olor a podrido en Dinamarca.

¿Y qué sucede entre tanto en nuestra “Cundinamar­ca”? Idénticas patrañas se turnan, en proporcion­es industrial­es, para hacer de una tierra de soles y de fiestas, el sobresalto de amanecer el lunes sin saber si se logra anochecer el viernes

Sería lógico que la humanidad fuera hoy un conjunto de seres apacibles, consciente­s de para qué están en el planeta.

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