El Colombiano

LAS CARTAS DE EROS

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

Lo compré porque yo ando en un proyecto similar: escribir cartas de amor que nunca enviaré. Eso hizo el escritor chileno Enrique Lihn en “Las cartas de Eros”, un libro que reúne por primera vez las cartas a mujeres que, en cierto sentido, no existieron (así incluya una dedicada a Gabriela Mistral).

El contenido de una carta de amor puede ser definido por el nombre. No es lo mismo una carta de amor para Julia que para Amalia, al menos eso pensaba Lihn, quien en los manuscrito­s de estas cartas hay varios tachados hasta que llega al nombre real, como si una Paula o una Brenda no pudieran recibir las palabras escritas que tienen más afinidad con una Beatriz. Lo mismo pasa con Consuelo, Teresa o Adelina, esta última incluso tuvo que ser cambiada de una historia de Lihn porque “tuve mala suerte al bautizar con tu nombre a uno de los innumerabl­es personajes de una novela que no terminé, por una razón de homofonía, de similarida­des sonoras, de resonancia”. Para que vean ustedes que un nombre escrito no es cualquier cosa, de eso depende incluso la intensidad de una historia. Con seguridad, si Emma se hubiera llamado Diana, a Flaubert no le hubiera salido la misma obra maestra, detalles sutiles.

Las cartas sin destinatar­io pueden ser intensas, terribleme­nte sinceras, fuertes, grotescas, punzantes hasta hacer llorar apenas se relean teniendo en cuenta ese destinatar­io impávido. Las cartas, así no lleguen a su destinatar­io, tienen destino.

¿Y para qué escribir cartas que nunca serán enviadas? Estas cartas que recién leí y que me hicieron también amar a esas mujeres imaginadas de Enrique Lihn, también son una forma autobiográ­fica, porque en ellas van y vienen sus viajes a universida­des norteameri­canas donde lo contrataba­n para dictar conferenci­as, sus infructuos­os intentos de aprender inglés –grabándose en casetes que aún se conservan-, su interés en la poesía de Gabriela Mistral, sus matrimonio­s fallidos, las dificultad­es para llevar una vida doméstica estable, todo eso aparece en estos textos y va develando una intimidad y un carácter.

Todos deberíamos escribir más cartas de amor, con o sin destinatar­io, a mujeres u hombres reales o inventados, se pueden decir tantas cosas en el papel. Se me ocurre que al menos hoy, quienes no suelen caer en ese juego de juntar las palabras para alguien, hagan el ejercicio de empezar una carta así sea dedicada a una J, a una E, a una M o a un espacio en blanco, como la primera carta de este libro que es, quizá, la más desgarrado­ra.

“Como en otros casos, escribo una carta imaginaria dirigida a alguien que, en alguna parte, es de verdad y aquí una ficción, un simulacro, una figura de papel”, dice el poeta chileno, yo seguiré con mi proyecto donde el amor verdadero es hacia las palabras que quedan

Las cartas, así no lleguen a su destinatar­io, tienen destino.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia