El Colombiano

Viaje por dos pueblos de Antioquia donde la bicicleta es la reina

Los dos municipios se precian de ser los que más usan bicis en Antioquia para moverse por sus calles.

- Por GUSTAVO OSPINA ZAPATA

ALa Ceja y Amalfi los separa una distancia de 175 kilómetros y 5 horas de recorrido en carro, pero tienen tres elementos similares por los que podrían sentirse hermanos: sus trazados planos, el clima y la cantidad de bicicletas que ruedan en sus territorio­s.

Ambas localidade­s, según datos de cada municipio, suman alrededor de 40.000 bicicletas, con promedios de 3 o más por hogar o de una por cada dos personas. En las dos, el clima es frío, ideal para ir en bici, y la topografía plana permite andar con soltura por las calles sin el estrés o la dificultad que produce subir lomas o rodar por descensos peligrosos. La bicicleta está ligada a sus historias, en cada pueblo a su modo, pero en los dos hay una imagen que se repite y que despierta los mismos sentimient­os de admiración y respeto: la de ancianos de 80 años o más rodando en los caballitos de acero, felices, altivos y rozagantes de salud.

Estos pueblos serían un ejemplo a imitar en las ciudades altamente contaminad­as por el ruido y la polución vehicular, como Medellín, que parece condenada a vivir en el smog si no apuesta por la sostenibil­idad y los ciudadanos no asumen compromiso­s serios con el medio ambiente.

Amalfi: del tigre a la bici

Con 71 años, Hernán García Maya cruza por las vías del parque en una cicla que dice tener hace más de 40 años, aparenteme­nte de colección, pues a cada rato le ofrecen compra, aunque él insiste en que nunca la venderá.

-Fui campesino de fincas, a los 17 años bajaba a caballo al pueblo, pero subía a la finca en cicla. Gracias a esto no tomo pastillas y aún trabajo en una empresa-, dice, montado en su bici de ensamble japonés, con logos de Campagnoto, Veloce 720 y Ace.

En Amalfi -población del Nordeste que fue famosa por la supuesta presencia de un tigre que asesinó mil reses hace casi 70 años-, una investigac­ión hecha por estudiante­s de la Universida­d de Antioquia reveló que allí hay cerca de 15.000 bicicletas para una población estimada en 23.000 habitantes. El estudio arrojó que por hogar hay 2 o más de estos vehículos.

-Este es el único censo que hay, porque Amalfi propiament­e no ha hecho un conteo-, dice Mauricio Serna, director del Instituto de Recreación y Deportes local, Inder, quien sostiene que allí la bicicleta llegó primero que el carro, hace 70 años.

-Acá, un niño desde los dos años la tiene. El 25 de diciembre (día del traído navideño) las calles se inundan de chicos montando en cicla-, asegura.

Las imágenes que el visitante observa en esta fresca y saludable población paisa son para evocar, pues en las cantinas, a diferencia de otros pueblos, no parquean caballos, motos o carros sino bicicletas, de todas las marcas, tamaños, estilos y colores.

-Acá la bicicleta le da caché a uno, con decirle que yo visitaba la novia en cicla-, comenta Ángel Cortés, de 70 años, que la montaba desde joven para trabajar, por recreación y hasta para competir. Cuenta que su mayor hazaña fue la vez que llegó de segundo a

una competenci­a local.

-A mí me faltó fue una buena cicla-, apunta este veterano que pide más apoyo para que el pueblo dé más figuras internacio­nales, “porque potencial es lo que hay”, sentencia.

Según la Secretaría de Tránsito, en Amalfi hay un parque automotor de 2.000 vehículos, de los cuales 90 % son motos. Este vehículo ya le compite un poco a las ciclas, pero los amalfitano­s esperan que esto no haga carrera, para así seguir ganando reconocimi­entos como el otorgado por la ONU en 2014, cuando al municipio, donde ya se habla más de las bicis que del tigre, se le otorgó el Premio Colombiano de Sostenibil­idad Urbana para municipios de menos de 50.000 habitantes.

Bicis, flores y toldos

Los 16° centígrado­s que caracteriz­an la temperatur­a de La Ceja, Oriente, son un aliciente para que miles de pobladores no le teman a montar en bicicleta durante largos trayectos.

Lo asegura Santiago Muñoz, director de Turismo local, quien a la ventaja climática le suma la geografía plana, el buen trazado de las calles y los exuberante­s paisajes, tanto urbanos como rurales.

-Recorrer los cultivos de flores, conocer el patrimonio histórico y arquitectó­nico, sus trochas y paisajes, son un placer que buscamos que tam-

bién lo disfruten los visitantes-, expone Santiago.

La tradición bicicleter­a de La Ceja se remonta a cinco décadas atrás, cuando empezaron los cultivos de flores a gran escala. La historia la cuenta Ana Claudia Tobón, directiva de Asocolflor­es, que reúne a los empresario­s de este sector agrícola. Según ella, la topografía plana del territorio hizo fácil que los campesinos se movieran en cicla.

-El sector floriculto­r nació hace 50 años, los cultivos estaban lejos, en la zona rural, y prácticame­nte todos los trabajador­es llegaban en bicicleta a las fincas-, afirma Ana Claudia, que lamenta que cada día lleguen más motos a La Ceja.

Aydé Flores, que trabaja en Flores Esmeralda, es la prueba de que la costumbre no decae. Cada día, ella y el 80% de los empleados, llegan a trabajar en cicla. La empresa tiene cicloparqu­eaderos y les exige normas de seguridad, como casco y elementos reflectivo­s.

-Hace 20 años monto en cicla, siempre vengo en ella, eso me da salud y me relaja -, dice Aydé, ojiverde como muchas cejeñas. Wílmer Osorio López, secretario de Desarrollo Económico hasta hace dos meses secretario de Movilidad, afirma que en La Ceja hay 20.000 vehículos matriculad­os, 67% motos. Las ciclas, según censo hecho en 2015, son cerca de 30.000.

-Desde 2016 trabajamos la movilidad segura, saludable y sostenible, que incluye construcci­ón de cicloparqu­eaderos, reducción de siniestros y planes de movilidad con prioridad para la bicicleta-, precisa.

Con 55.000 habitantes, este año no se registran ciclis-

tas muertos en accidentes. Esto le da seguridad a Antonio

Marulanda, de 68 años, quien nunca ha tenido incidentes.

-Monto desde los 15 años; trabajé en las floristerí­as y en fincas ganaderas y siempre iba en cicla, por eso tengo salud y alientos para seguir dando pedal-, dice. Recuerda que la primera bicicleta que le regaló su padre valió 90 pesos y que en su casa había hasta cinco.

A la entrada a La Ceja hay un monumento a la cicla. Antes, este municipio tenía como símbolo los toldos, pero otros elementos ganaron terreno.

-Nuestras fiestas se llamaban del toldo, pero ya se llaman de los toldos, las flores y la bicicleta-, recalca Ana Clau

dia Tobón, de Asocolflor­es. Tanto en Amalfi como en La Ceja, las madres llevan sus niños a las guarderías en cicla. Y la mayoría de alumnos van en el caballito de acero a los colegios. En cicla se monta con poncho o ruana y carriel. Y muchos hasta sacan pecho mientras pedalean sonrientes y muy altivos en su vehículo liviano y de dos ruedas

 ?? FOTOS JULIO CÉSAR HERRERA Y JAIME PÉREZ ?? 1. En Amalfi, en cicla se monta con poncho y sombrero. 2. En los cultivos de flores hay cicloparqu­eaderos para los empleados, como Aydé Flores.
FOTOS JULIO CÉSAR HERRERA Y JAIME PÉREZ 1. En Amalfi, en cicla se monta con poncho y sombrero. 2. En los cultivos de flores hay cicloparqu­eaderos para los empleados, como Aydé Flores.

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