El Colombiano

DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES

- Por JUAN PABLO CARDONA adielo123@gmail.com

Un buen día para valorar y agradecer a Dios el haber nacido en un país de fe y de una familia cristiana, don del que no disfrutan millones de seres humanos en el mundo.

Un día muy adecuado para recordar que por nuestro bautismo estamos comprometi­dos a ser testigos de Cristo hasta en los últimos rincones de la tierra, sin olvidar, por supuesto, los “rincones” de nuestro propio hogar, de nuestra escuela o universida­d, de nuestro lugar de trabajo o de vida social.

Un día muy propio –aunque ojalá no sea el único– para orar por todos esos hombres y mujeres admirables que han dejado patria, familia, idioma y relativas comodidade­s para ir a predicar a Cristo en lugares remotos, y que tanto necesitan la ayuda de Dios para soportar pe- nurias, desaliento­s, soledades y hasta persecucio­nes.

Un día para revaluar, dándole valor misionero a nuestra devaluada moneda y hacerla mensajera de nuestra solidarida­d humana y cristiana.

Un día muy especial para pedir a Dios en serio que haya vocaciones misioneras de muchachos y muchachas que se dediquen a anunciar el Evangelio a todas las naciones, comenzando por nuestra ciudad.

Un día para reflexiona­r sinceramen­te si no estamos quizá desalentan­do como padres, los deseos de alguno de los hijos que quieran ser sacerdotes o religiosas. Un día para atender el llamado del Señor al trabajo misionero ingresando a una pequeña comunidad parroquial o misionera que tenga como finalidad el anuncio del evangelio.

Un día para cooperar en un trabajo misionero como catequista, ministro de la palabra o servidor de la Iglesia.

Un día para leer y meditar el mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2018: “Junto a los jóvenes, llevemos el Evangelio a todos”.

Un día, además, para que la doctrina de la Iglesia nos ilumine leyendo el capítulo I del decreto conciliar Ad Gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia. Hoy es una ocasión muy apta para meditar en la naturaleza de la Iglesia y en el sentido de los derechos y deberes de nuestra pertenenci­a a ella: Cristo es misionero, el primero y fundamenta­l; la Iglesia es, por su misma naturaleza, misionera; cada cristiano debe ser misionero.

“Nace así la Iglesia…bajo el soplo potente del Espíritu Santo, que impulsa a los Apóstoles a salir del cenáculo y a comenzar su misión. Se dirigen a los hombres y se ponen en camino para hacer discípulos de todas naciones”. ( San Juan Pablo II)

Hoy, día muy especial para pedir a Dios en serio que haya vocaciones misioneras de muchachos que se dediquen a anunciar el Evangelio.

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