LA IMAGINACIÓN
A Alesia. Porque nunca te fallará la imaginación. Cuando Cenicienta se casa con el príncipe en la versión original del cuento, unos pájaros le sacan los ojos a las hermanastras. No era venganza. Los cuentos de hadas recurrían al castigo ejemplarizante como un manual de comportamiento. El mensaje era que a los transgresores les esperaba el peor castigo, pero el recurso era la imaginación. La imaginación casi no se cuenta entre las habilidades que se considera importante desarrollar. Casi todo es robótica, codificación, programación. El mundo de hoy es de la tecnología, de las pantallas y las aplicaciones. Todo apunta a que el hombre del futu- ro será un robot. Mientras, las humanidades pasan a un preocupante segundo plano. Casi nadie hace énfasis en la necesidad de impulsar carreras humanísticas. Entrar al mundo académico es un acto casi de filantropía sólo accesible para quien no aspira a ganar un buen sueldo o de plano no lo necesita.
Sin embargo, a medida que muchos países dan un giro preocupante hacia movimientos populistas y autoritarios que creíamos superados en el siglo XX, las humanidades se hacen cada vez más urgentes. El arte, la historia, la literatura, la filosofía, en ellas nos miramos como individuos, como civilización, como especie, pero lo que es casi más importante es que a través de ellas desarrollamos la imaginación. En el acto de imaginar logramos poblar un mundo vivo en un rincón de nuestra mente. Desde ese mundo misterioso intentamos entender conceptos como el tiempo y el universo. Allí visualizamos desde quiénes vamos a ser de viejos a qué va a pasar si nuestro candidato no gana las elecciones. Desde ese rincón alimentado por personajes literarios, históricos, fantásticos, por las frases de los filósofos o las pinturas de un loco sin oreja, de allí han salido desde la religión, los valores, hasta la medicina. La imaginación es el origen de absolutamente todo.
Llevamos dos mil años de civilización en los que hemos desarrollado idiomas de más de 500 mil palabras (el inglés). Hemos desarrollado un satélite artificial, habitable, estacionado en la órbita baja de la Tierra, que funciona como un espacio de microgravedad y ambiente espacial desde el cual cosmonautas y astronautas realizan todo tipo de experimentos sobre nuestro planeta y nosotros. Creamos un puente de 38 Km que atraviesa el lago Pontchartrain en Louisiana, el puente continuo más largo del mundo. Hemos curado enfermedades que antes arrasaban con ciudades enteras. Hemos logrado cruzar océanos en horas. Hemos logrado ver el fondo del mar. Hemos desarrollado complejos sistemas económicos. Hemos buscado la manera de luchar contra nuestra propia naturaleza conflictiva y bélica para llegar a una manera de vivir en armonía con la naturaleza y los demás hombres. Hemos hecho muchas cosas, grandes cosas, cosas que parecían imposibles y hasta diabólicas apenas unas generaciones atrás, como el cine y las vacunas. Pero antes de hacerlas alguien tuvo que imaginarlas. No hay nada que se haya creado que no haya sido primero una fantasía en la mente de alguien que la soñó. Un creador antes que nada tiene que ser un soñador.
Pero la imaginación no es exclusiva de los genios, de los inventores, ni siquiera de los artistas y los grandes hombres de Estado. La imaginación es un recurso cotidiano