Cuando el trabajo no es en solitario
Este estudio muestra los beneficios de realizar un proyecto en equipo. Aunque no todo pinta tan bien.
No todos los profesores miran con buenos ojos el celular o que el alumno abra WhatsApp, pero tal vez funcione para aprender.
Un grupo de investigación de la Universidad de Málaga (UMA) puso en práctica una metodología que emplea tecnología para mejorar el rendimiento de los estudiantes. A través de herramientas online, se fomenta el aprendizaje activo y el trabajo colaborativo, un aspecto muy demandado en el mercado laboral actual.
El propósito más destacado consistía en mejorar los resultados. El profesor del área de marketing del departamento de Economía y Administración de Empresas de la UMA, Sebastián Molinillo, explica que esta propuesta es pionera, y se basa en la validación de un modelo que integra múltiples variables. Se emplea un amplio abanico de herramientas colaborativas que, en su mayoría, están al alcance de cualquiera gratuitamente, y es un procedimiento fácilmente imitable en otros entornos.
Los encuentros
Para realizar la investigación, los alumnos usaron plataformas como Dropbox o Google Drive, WordPress, redes sociales y un foro dentro del campus virtual basado en el software de Moodle. Además, tenían la oportunidad de utilizar un aula con sistemas de retransmisión con cámaras de video, para realizar las presentaciones al resto de sus compañeros de manera remota.
Se buscaba que los alumnos, a lo largo de un semestre, realizaran su trabajo, no en un documento de Word que consistiera en una suma de partes, sino colaborativamente, en la construcción de la solución del problema que se les planteaba, escribiendo en un soporte tipo Wiki. Esta nueva propuesta de enseñanza ayudaría a rentabilizar y a sacar mayor partido a los campus virtuales existentes en las universidades.
Los resultados
Con esas herramientas se pretende que el alumno trabaje en grupo activamente. El estudio se complementa con el análisis del posible efecto de cuatro variables, además del aprendizaje activo: la presencia social, o cómo el alumno se ve dentro del grupo y cómo siente que lo ven; el papel del profesor en la interacción con los estudiantes; el compromiso emocional, es decir, que el alumno disfrute y se sienta cómodo y cuidado durante la formación; así como la interacción.
Esta última variable tiene menor influencia en el modelo. “A veces no hay todo el nivel de interacción que nos gustaría por los miedos que existen”, comenta Molinillo.
En las empresas
Las tareas que se les planteaban a los alumnos y que tenían que solucionar de forma colaborativa consistían en proble-
mas reales de análisis de pequeñas y medianas empresas.
Para comenzar se les suministraba una breve descripción de la entidad y se les explicaba cuál era su situación actual y cómo podían solucionar los retos que se les planteaban. En definitiva, conocer
su estado, elaborar un diagnóstico y proponer medidas de mejora.
Esta capacidad la están demandando muchas compañías, ya que los objetivos que se pueden conseguir son más beneficiosos.
Hace ya algunas décadas se llegó a la conclusión de que el trabajo en grupo contribuía a desarrollar una serie de habilidades que el trabajo autónomo independiente no posee, indica el profesor Molinillo.
Esta capacidad, añade, la están demandando, ya que los objetivos que se pueden conseguir son más beneficiosos. A ello contribuye el uso de las herramientas online que han surgido en los últimos años, y que pueden mejorar la eficiencia de las tareas colaborativas, tanto en términos de productividad, como en resultados, o en la organización del grupo.
Junto con una actitud positiva por parte de los alumnos, todo en conjunto sería muy eficaz para su formación, argumenta el investigador