El Colombiano

ANGELINO GARZÓN, EL “SINDISANTI­STA” DEL CD

- Por CARLOS ALBERTO GIRALDO carlosgi@elcolombia­no.com.co

Más allá de su mansedumbr­e, decencia y conocido amor por los perros, el legado político del exministro y exvicepres­idente Angelino Garzón es un revoltijo ideológico bastante estéril. Del aguerrido y conciliado­r sindicalis­ta apenas queda la sombra de un hombre de izquierda que aprendió a comer con la derecha.

Es bastante indigeribl­e un personaje que pasa de ser secretario General de la Central Unitaria de Trabajador­es (CUT), en los ochenta, y militante de la Unión Patriótica y de la Alianza M-19, en los noventa, a un político servil que disfrutó los favores de

Juan Manuel Santos (cuando este era el candidato uribista a la presidenci­a 2010-2014) y que ahora recibe las lisonjas del Gobierno por respaldar al candidato —hoy presidente— Iván Duque, en las pasadas elecciones.

Al travestism­o político de Colombia hoy le vienen bien los ambidiestr­os que se visten de derecha o de izquierda, según se necesite.

El viernes, al escuchar los argumentos sobre las dudas de Garzón para aceptar el nombramien­to en la Embajada de Costa Rica, se hizo posible entender lo que ha sido este “sindisanti­sta” del uribismo que ahora se da el lujo, como se lo dijo a Blu Radio, de ir por su cuenta al país centroamer­icano para ver si había condicione­s que le permitiera­n ejercer la diplomacia.

Durante los últimos cuatro años el gran logro de Angelino

Garzón fue poner a los medios a hablar sobre si el clima de Brasil podía afectar a su perro Orión, a propósito de la embajada que le rechazó a Juan Ma

nuel Santos molesto porque para 2014, cuando se anunció a Vargas Lleras como fórmula, Santos dijo que “ahora sí tendríamos vicepresid­ente”, en clara alusión al papel desteñido de Garzón entre 2010-2014.

“Como si yo me la hubiese pasado los cuatro años como vicepresid­ente —reclamó— rascándome la barriga”. Qué pena, Angelino Garzón, pero esa sí es la impresión que muchos colombiano­s tenemos de su gestión anodina e intrascend­ente. Vargas Lleras, incluso con quebrantos de salud de una complejida­d muy similar a los de Garzón, dejó una obra, una gestión, discutible y aprovechad­a en función de su fracasada can- didatura presidenci­al, pero medible en viviendas de interés social y kilómetros de vías y puentes.

“Los franceses hacen huelga los lunes porque suben el pan; los martes se manifiesta­n porque ganan poco; los miércoles protestan por la falta de libertades... Y el domingo votan a la derecha”, decía Fran

coise Mitterrand. La mitad de su vida Garzón se la pasó hablando de luchas y conquistas sindicales, de reivindica­ciones de los sectores populares, pero los últimos domingos de su vida optó por hacer campaña a quienes en otro tiempo veía como sepulturer­os de los derechos de los trabajador­es y de las garantías sindicales. Hoy les tiene tanta confianza a los patronos que incluso les rechaza una que otra embajada ■

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