ANGELINO GARZÓN, EL “SINDISANTISTA” DEL CD
Más allá de su mansedumbre, decencia y conocido amor por los perros, el legado político del exministro y exvicepresidente Angelino Garzón es un revoltijo ideológico bastante estéril. Del aguerrido y conciliador sindicalista apenas queda la sombra de un hombre de izquierda que aprendió a comer con la derecha.
Es bastante indigerible un personaje que pasa de ser secretario General de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), en los ochenta, y militante de la Unión Patriótica y de la Alianza M-19, en los noventa, a un político servil que disfrutó los favores de
Juan Manuel Santos (cuando este era el candidato uribista a la presidencia 2010-2014) y que ahora recibe las lisonjas del Gobierno por respaldar al candidato —hoy presidente— Iván Duque, en las pasadas elecciones.
Al travestismo político de Colombia hoy le vienen bien los ambidiestros que se visten de derecha o de izquierda, según se necesite.
El viernes, al escuchar los argumentos sobre las dudas de Garzón para aceptar el nombramiento en la Embajada de Costa Rica, se hizo posible entender lo que ha sido este “sindisantista” del uribismo que ahora se da el lujo, como se lo dijo a Blu Radio, de ir por su cuenta al país centroamericano para ver si había condiciones que le permitieran ejercer la diplomacia.
Durante los últimos cuatro años el gran logro de Angelino
Garzón fue poner a los medios a hablar sobre si el clima de Brasil podía afectar a su perro Orión, a propósito de la embajada que le rechazó a Juan Ma
nuel Santos molesto porque para 2014, cuando se anunció a Vargas Lleras como fórmula, Santos dijo que “ahora sí tendríamos vicepresidente”, en clara alusión al papel desteñido de Garzón entre 2010-2014.
“Como si yo me la hubiese pasado los cuatro años como vicepresidente —reclamó— rascándome la barriga”. Qué pena, Angelino Garzón, pero esa sí es la impresión que muchos colombianos tenemos de su gestión anodina e intrascendente. Vargas Lleras, incluso con quebrantos de salud de una complejidad muy similar a los de Garzón, dejó una obra, una gestión, discutible y aprovechada en función de su fracasada can- didatura presidencial, pero medible en viviendas de interés social y kilómetros de vías y puentes.
“Los franceses hacen huelga los lunes porque suben el pan; los martes se manifiestan porque ganan poco; los miércoles protestan por la falta de libertades... Y el domingo votan a la derecha”, decía Fran
coise Mitterrand. La mitad de su vida Garzón se la pasó hablando de luchas y conquistas sindicales, de reivindicaciones de los sectores populares, pero los últimos domingos de su vida optó por hacer campaña a quienes en otro tiempo veía como sepultureros de los derechos de los trabajadores y de las garantías sindicales. Hoy les tiene tanta confianza a los patronos que incluso les rechaza una que otra embajada ■