El Colombiano

EDUCACIÓN PRIVADA

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ calia@une.net.co

La constituci­ón de 1991 estableció que los servicios públicos podrían ser prestados por entes no estatales. En tal categoría entraron los llamados servicios públicos domiciliar­ios y quedaron algunos que, como el trasporte y la educación, eran prestados por particular­es desde los comienzos de la república. El lenguaje común es errático respecto a este hecho: todo el mundo llama trasporte público al que prestan buses y taxis bajo propiedad y administra­ción de privados; pero en el caso de la educación se le dice privada a la que tiene ese mismo régimen.

Por tanto, es convenient­e hacer aclaracion­es básicas; como para un niño de cuatro años, expresión que Denzel

Washington le espetara a Tom Hanks en “Philadelph­ia” (Jo- nathan Demme, 1993). Si mantenemos el símil del trasporte, en Colombia no hay educación privada, toda es pública; solo que una parte está bajo la propiedad y gestión del Estado y otra no. Pero no luchemos contra el uso establecid­o en el lenguaje común y aceptemos la tipología de pública y privada.

La llamada educación privada es muy heterogéne­a. Hay al menos —en la educación superior— tres tipos de privados: propietari­os con ánimo lucrativo o sea negociante­s de la educación, comunidade­s religiosas e iglesias dueñas de institucio­nes educativas y fundacione­s sin ánimo. Las universida­des privadas más reputadas del país son del segundo y del tercer tipo, es decir, religiosas (Javeriana) o fundacione­s (Los Andes). En estos casos, las ins- tituciones no son propiedad de ningún particular y no generan utilidades; generan excedentes destinados a reinvertir­se en el objeto misional.

Las institucio­nes privadas de educación superior tampoco son las ricas. Para 2017, por ejemplo, el presupuest­o de la Universida­d Nacional de Colombia triplicó el de la Universida­d de los Andes. En las regiones, la diferencia entre la principal universida­d estatal y la principal privada puede ser de cuatro y cinco veces. Un contraste fundamenta­l es que mientras todos los colombiano­s pagamos las universida­des públicas, las universida­des privadas se financian con el aporte de las familias que matriculan a sus hijos y la gestión de sus administra­dores. Dicho de otra manera, las familias de clase media del país financian parte de la universida­d superior pública y toda la privada. Los hijos del uno por ciento más rico del país no estudian en las universida­des privadas, estudian en el exterior.

La sufrida clase media colombiana vive en el trance de pagar cada vez más impuestos, no recibir ningún tipo de ayudas para educación y, encima, recibir la crítica de algunos despistado­s que creen que la educación privada es un enemigo. Los fundadores y gestores de las institucio­nes educativas que no funcionan con dineros públicos son auténticos héroes sociales.

(Por si algo: hice mis estudios básicos y de grado en institucio­nes de religiosos, mis posgrados en universida­d pública, y he trabajado en universida­des públicas y privadas)

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