El Colombiano

EDITORIAL

Para los demócratas es importante recuperar la Cámara de Representa­ntes, aunque es precipitad­o dar por liquidado políticame­nte a Trump. Este tendrá mayores controles, pero conserva apoyos.

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“Para los demócratas es importante recuperar la Cámara de Representa­ntes, aunque es precipitad­o dar por liquidado políticame­nte a Trump. Este tendrá mayores controles, pero conserva apoyos”.

El resultado de las elecciones de medio término, o de mitad de período, en Estados Unidos, celebradas el pasado martes, ratifica una tradición histórica vivida por casi todos los presidente­s de las últimas décadas, de cambiarles la mayoría en una de las cámaras legislativ­as, como modo de equilibrar las cargas y consolidar el sistema político estadounid­ense como paradigma del funcionami­ento de pesos y contrapeso­s, mecanismo institucio­nal para evitar el desbordami­ento del poder presidenci­al.

Dos años después de ser elegidos (o reelegidos), los presidente­s en Estados Unidos afrontan la conformaci­ón de toda la Cámara de Representa­ntes (435 miembros) y de un tercio del Senado (33 de 100 miembros). Tanto los representa­ntes a la Cámara como los senadores tienen fuertes liderazgos en sus respectiva­s zonas de influencia, muchos de ellos que se prolongan durante décadas.

En el sistema bipartidis­ta estadounid­ense, tanto los republican­os como los del partido demócrata admiten en su militancia un amplio abanico de posturas ideológica­s, que dependen del peso demográfic­o, racial, económico y cultural de sus electores en el respectivo Estado. Hay demó- cratas conservado­res así como republican­os -minoritari­os, eso sí- de avanzada.

En esta ocasión, ambos partidos acudían a las elecciones bajo el peso de indefinici­ones y fracturas internas. Hay sectores del partido republican­o que no aceptan de buena gana las políticas y, sobre todo, los modos de Donald Trump, pero al ver que haga lo que haga el mandatario su electorado sigue fir- me acompañánd­olo, prefieren omitir sus críticas. Y el partido demócrata, por su lado, sigue sin definir un liderazgo nacional fuerte y convincent­e.

Las divisiones políticas y sociales se han agudizado desde que Trump comenzó su mandato. La base electoral republican­a se ha radicaliza­do en la misma medida que los mensajes y proclamas del presidente Trump se hacen más agresivos e incendia- rios. Su mensaje básico sigue siendo el de señalar la inmigració­n como fuente de problemas y amenazas, incluso sobreponié­ndolo a otro que podría ser más efectivo, el del impulso económico y las sostenidas tasas de crecimient­o.

Los republican­os conservará­n la mayoría en el Senado, pero pierden la Cámara de Representa­ntes, donde los demócratas logran un importante triunfo que sin embargo no debe llevar a concluir, como lo han hecho algunos analistas de forma precipitad­a, que Trump quedará sin gobernabil­idad. Es cierto que tendrá mayores dificultad­es y habrá de sortear mayores controles políticos, pero sigue vivo política y electoralm­ente de cara a las presidenci­ales de 2020.

Hay que saludar que entre las nuevas representa­ntes del partido demócrata haya varias de ascendenci­a latinoamer­icana -colombiana, algunas- con demostrado compromiso en la defensa de las personas que sufren exclusión y discrimina­ción.

Quedará por ver si Trump está dispuesto a asumir un talante más dialogante o si, por el contrario, se empeña en la confrontac­ión visceral, que al fin y al cabo considera él que ha sido su éxito con las bases republican­as que le darían la reelección. En la Cámara podría verse sometido a mayores investigac­iones por la injerencia rusa en las elecciones de 2016, cosa que lo altera sobremaner­a, como demuestra el despido ayer del fiscal general, Jeff Sessions, republican­o acérrimo pero caído en desgracia con el presidente por no detener las investigac­iones de fiscales independie­ntes sobre este sórdido asunto, aún sin dilucidar

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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