El Colombiano

LA MEMORIA Y EL ARTE

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

Un amigo pintor me dijo una vez que como artista eludía las escenas horribles, es decir: cuerpos desmembrad­os por un accidente de tránsito, sesos regados en el asfalto por un disparo, cuerpos quemados que no saldaron una deuda y ardieron hasta dejar de gritar, cabezas mutiladas después de una masacre.

¿La razón? Esos instantes eran tan aterradore­s que cuando quería que la inspiració­n lo pillara trabajando, como decía Picasso, lo único que le llegaba a su mente eran esos fogonazos de sangre, con sus olores incluidos, que no lo dejaban pensar en otra cosa.

Mi amigo evitaba afectar su memoria con esas imágenes porque a pesar de que lo intentó, nunca pudo canalizar su sensibilid­ad de artista con ese dolor. La imagen del muerto, el desastre, el horror lo vencían. Sentía rabia, le resultaba imposible crear a partir de eso.

No todos los artistas son capaces de hacer con el horror una obra de arte que grite, que evidencie, que denuncie los horrores de la guerra y deje en la memoria del espectador una considerac­ión profunda, difícil de olvidar. ¿Cuándo una obra puede resignific­ar el conflicto? ¿Guernica sería lo mismo si Picasso no hubiera pintado su cuadro?, me pregunto para intentar demostrar cómo el arte ayuda a que la infamia que hemos vivido los colombiano­s no se olvide nunca, al contrario, se cuente desde distintas miradas. El arte es una forma de verdad, es necesario que interfiera en el conflicto, exprese lo que tiene que expresar y no puede quedarse en silencio.

Se recuerda el espanto de la guerra no por masoquista­s sino para que no se repita, para que la memoria siempre esté viva. Hay imágenes, olores, palabras de la barbarie que deben ser indelebles, que deben re- cordarse para que quede claro que el camino de la violencia es el menos indicado. Se trata de que nos duelan los muertos y las masacres hasta que seamos capaces de entender que no es normal morir asesinado.

No solo los medios de comunicaci­ón deben dar cuenta de la guerra, también los artistas están llamados a generar reflexione­s sin odio ni deseos de venganza. Cada que pienso en el arte y el conflicto me acuerdo de eso que escribió

Manuel Mejía Vallejo: “Solamente cuando se me acabó el odio pude escribir los libros sobre la violencia”. Es un destino muy bello el del arte; por eso no podemos admitir que la primera víctima de la violencia sea la cultura

Se recuerda el espanto de la guerra no por masoquista­s sino para que no se repita. Se trata de que nos duelan los muertos y las masacres hasta que entendamos que no es normal morir asesinado.

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