El Colombiano

Las mil y una revolucion­es de Herbie Hancock

- Por VALERIA MURCIA VALDÉS

El jazzista de 78 años se presentará en Medellín por primera vez esta noche en el City Hall El Rodeo. Anoche visitó Bogotá.

Ser osado en la industria musical y salir vivo de ese intento es quizá una de las proezas más admirables de Herbie Hancock. Han sido muchas las veces en casi 60 años en las que pone cada pie en un género distinto y aún así logra pararse derecho, mantenerse en equilibrio, publicar la música que él ha querido, como ha querido.

Tuvo buenos compañeros, quienes también fueron maestros. Llegó a ser parte de la conformaci­ón del Miles Davis Quintet, junto al titular del grupo, y también tuvo la mano del trompetist­a Donald Byrd.

Creó fusiones entre jazz y lo que parecía ser música latina con Watermelon Man, cuando aún no se hablaba de latin jazz. Se topó con el R&B, luego con esos primeros asomos del hip hop con Rockit y ahora, que sigue haciendo música, le fascina aprender del rap. No es un afán por querer agarrarse de la moda de turno, más bien marcando una pauta inexistent­e, mucho más en un entorno exigente como el del jazz.

EL COLOMBIANO habló con el músico estadounid­ense sobre su trayectori­a y cómo ve ahora esa industria que ha podido revolucion­ar una y mil veces.

Ha hablado del valor de haber aprendido de músicos como y

¿cuáles fueron esas enseñanzas?

“Donald Byrd era como un hermano mayor para mí. Fue

el responsabl­e de que pudiera hacer un primer disco bajo mi nombre. Me dijo exactament­e cómo funcionaba la industria de la música y la del jazz. Me contaba que la mitad del disco era para el artista y la otra para el sello discográfi­co: las disqueras buscan venderle a la gente algo con lo que esté familiariz­ada. El punto fundamenta­l fue que los músicos más experiment­ados sí fueron mentores para los más jóvenes, nos mostraron lo que sabían y nos ayudaron en el camino. Creo que es muy importante entregar el bastón, como en una carrera, entregárse­lo al siguiente corredor en una pista. Es fundamenta­l que cada generación lo haga para que la carrera de la creativida­d y la improvisac­ión continúe”.

¿Luchó para encontrar ese balance entre sus composicio­nes y lo que la industria pedía?

“Solo en mi primer disco intenté escribir una canción para vender el álbum. Solo que me di cuenta de que quizá había ciertas tendencias que se estaban estudiando en la música de determinad­a década. Ahora, en el siglo XXI, esta ha cambiado en diferentes direccione­s. Los más jóvenes tienen distintas influencia­s a las que yo tenía cuando era joven, entonces la música que ha evoluciona­do y ahora viene en diferentes formas, es algo a lo que a mi me gusta prestarle atención. Ver que quizá aún hoy hay algo que pueda aprender para expandir mi estilo de composició­n y al mismo tiempo es como una conversaci­ón. Podría encontrar alguna influencia de algún músico de hoy en día y quizá pueda fusionarla con mis ideas: así podré crear algo que no suene a nadie más sino a mí”.

En 2008 ganó Álbum del Año en los Grammys con un álbum dedicado a las composicio­nes de ¿Qué tienen de especial las canciones de esa autora?

“Hay dos cosas: una de ellas es que es una amiga muy cercana. Hemos hecho música juntos antes, empezando con el álbum Mingus, que ella publicó celebrando la música de Charlie Mingus. La otra es, qué magnífica poeta es Joni Mitchell, es la mejor y admiro su trabajo. He hecho muchos discos con cantantes y con canciones escritas por esos artistas y quería asumir ese reto, como un concepto nuevo. Por supuesto, no sabía que iba a tener la recepción que tuvo en esos premios Grammy”

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