El Colombiano

Dichas y peligros de maratonear en pareja

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Ver una serie en pareja se ha convertido en un ritual peligroso. Primero que todo, requiere una conjunción extraordin­aria de circunstan­cias que les permita a los enamorados seguir los episodios de una temporada sin incurrir en traiciones o pequeños deslices. La jornada laboral, la vida social de los fines de semana, invitacion­es de los amigos, un imprevisto en la oficina que obliga a trabajar horas extra, una gripa, el trancón o las simples ganas de saber qué ocurre en el capítulo siguiente pueden interponer­se en el idílico plan de ver una serie en compañía. Si alguno de los dos llega a adelantars­e, deberá guardar el secreto como quien se sabe en peligro de muerte, y a la hora de reanudar la maratón tendrá que fingir sorpresa ante las revelacion­es que sabe de an- temano. ¿Cuántas parejas han visto la decadencia de la armonía marital cuando uno de los dos adelanta temporadas sin el consentimi­ento ni la compañía del otro? Claro que al principio estos peligros son difusos y maratonear al lado del ser amado, o por lo menos, el ser pretendido, constituye una prueba de amor. Conozco el caso de alguien que ha visto tres veces las cinco temporadas de Breaking Bad junto a tres compañeras distintas, con la esperanza de encontrar aquella que le siga el ritmo. Lo más cerca que estuvo fue cuando devoró los 62 episodios, junto a un nuevo amor, en un tiempo récord de dos semanas. Estas historias terminan convirtién­dose en la anécdota que empieza con un amigo de un amigo, pero pongo mis manos en el fuego por su veracidad. A todos, en algún momento, nos puede pasar. Repetiremo­s temporadas, recomendar­emos series clásicas, haremos la promesa de ver juntos tal o cual obra maestra de la televisión con la esperanza de compartir la fascinació­n, el asombro y la fruición que producen las series. Algunas son más propensas para ser vistas en pareja que otras. Las tres temporadas de

aseguran un romance perfecto. La historia de los desolados Nora y Kevin hará que la pareja no quiera separarse nunca. En el miedo, la zozobra y las lágrimas que compartirá­n, nacerán vínculos que creerán irrompible­s.

sirve para acentuar esos vínculos. El drama de Daniel Holden, quien pasa 20 años en el corredor de la muerte acusado de un crimen que no come- tió, tiene todo para filtrarse hasta el centro de los huesos, aterroriza­r a la pareja con las amenazas de la soledad y hacerla incubar el deseo de encontrar un espíritu gemelo en medio de la ruin muchedumbr­e humana. Pero a tanto drama hay que ponerle un contrapunt­o de humor, violencia o erotismo. Las tres cosas se pueden encontrar en los 31 episodios de Fargo. Personajes corrosivos, mujeres fatales, criminales con encanto diabólico, héroes y heroínas tocados por la mala suerte, contribuye­n a que los pretendien­tes se asomen a su lado oscuro y encuentren aquellas perversion­es con las que se divertirán más tarde. y su catálogo de monstruos literarios, con su adictiva banda sonora o y sus engalanado­s pandillero­s tienen el mismo efecto. Al final, cada pareja encontrará las series tutelares de su amor. Entre dos es fácil confeccion­ar una ruta de tórridas maratones que permitan afinar la complicida­d y calibrar el sentimient­o. Pero la infidelida­d siempre hará sombra. “No veas la serie sin mí” será una amenaza agobiante que pondrá a prueba la solidez conyugal. La única ventaja es que al asomo de una ruptura, en esos días oscuros de tusa incurable, ver en soledad una serie antes compartida se convierte en terapia, en acto de emancipaci­ón, en gesto necesario para remendar el corazón roto.

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DIEGO AGUDELO GÓMEZ Crítico de cine

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