El Colombiano

OCHO DÍAS DE DESCANSO

- CARLOS MURILLO

para cerrar bien esta linda experienci­a de estar en la primera división, dijo el arquero Arled Cadavid, quien confesó que, para despejar un poco la mente, observaron el primer tiempo de Boca-River.

Mientras ellos ingresaban al camerino, en la tribuna occidental sus familias ya habían “marcado territorio”, llegaron muy temprano para ubicarse en las graderías.

Padres, hermanos, sobrinos, esposas, novias, parecían pequeñas colmenas (camisetas amarillas) en un mar verde que se tomó el estadio desde las 3:30 p.m. cuando abrieron las puertas para el ingreso de los aficionado­s.

La lluvia cesó a las 4: 40 p.m., y con el aliento de los hinchas verdes se empezó a calentar el escenario.

Mientras los directivos iban y venían en un corre corre para la fiesta futbolera que arrancaría a las 5: 30 p.m., los jugadores realizaron el calen- tamiento y el técnico Luis Amaranto Perea dio las últimas indicacion­es, abrazó a cada uno de sus jugadores y los motivó para jugar “el partido de sus vidas”.

El primero en aparecer rumbo al campo fue Nacional. Alexis Henríquez encabezaba la fila de jugadores y el estadio se encendió con los cánticos “Terminamos con un empate, queríamos el triunfo, pero el grupo dejó todo en el campo. Este año ha sido un total aprendizaj­e, el grupo sale una semana a vacaciones para luego retomar los trabajos con el profe Luis Amaranto Perea hasta el 16 de diciembre. Espero el informe técnico para la salida de jugares y armar el plan 2019”.

de los verdolagas.

Detrás, apareciero­n los jóvenes jugadores de Leones, y las “colmenas” se agitaron en la tribuna para saludarlos.

Había terminado la espera, y mientras en la gradería doña Luceli y don Jaime, padres del lateral Jonathan Marulanda, encomendab­an a Dios a su hijo y a sus compañeros, en el campo rodó el balón.

Y fueron esos familiares, los hinchas infaltable­s, los que celebraron primero, ante la mirada incrédula de los seguidores de Nacional.

Daniel Mantilla fue el encargado de hacerlos parar en la gradería. En la cancha los dirigidos por Perea estaban cumpliendo lo prometido, dieron todo, llegaron a cada balón y no le permitían al rival respirar.

Crecía la esperanza de cerrar con una victoria, la cual incrementó a los 20 minutos del segundo tiempo cuando Yessy Mena de penal aumentó la diferencia 2-0.

Sus familiares apretaban las manos ante cada llegada de los verdes y una angustia compartida entre felinos y verdolagas se tomó la parte final. A pesar del empate, los jugadores de Leones salieron tranquilos, un empate digno y la satisfacci­ón de haber dejado todo en el campo

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