COLECCIÓN DE VANIDADES
Un día me dijo un profesor que quien es mala persona no puede ser buen músico. Sin entrar en criterios morales, ¡qué gran razón tenía! Y no digo que no haya manifestaciones particulares, pues a Wagner, tipo de difícil trato, no podrá considerársele mal compositor. Sin embargo, aunque la música engrandezca las almas, es claro que sólo las almas grandes pueden hacer verdadera música.
Porque así como algunos le adjudican a Arnold Schoen
berg el ingrato papel de haberse “tirado la música”, otros en cambio le otorgan a
Bach el mérito de haberla bajado del cielo. En ese sentido, es evidente que los músicos e intérpretes cumplen un papel importante. Después de Bach se hace necesario transmitir un mensaje.
Y para transmitir el mensaje es necesario sentirlo, tener la sensibilidad necesaria para aceptarlo y darlo a comunicar. Cierto tipo de nobleza deberá imperar. Pero ir hoy a un concierto es, por lo general, asistir a un museo de vanidosos a ver una colección de soberbias. Sólo a unos pocos da gusto verlos, pues los demás andan más preocupados por evitar las equivocaciones propias de la técnica o la teoría y menos por generar ese sentimiento con el público que lo dignifique. Porque se le puede perdonar a un músico -a menudo se hace- que se equivoque, que no haga un sostenido, que “se meta” en un silencio, o que no sepa interpretar una armadu- ra: pero no puede perdonársele que no toque con pasión. Ellos son los únicos capacitados para transmitir el mensaje que viene de lo desconocido.
Desde entonces, he creído que el cielo -en caso de existir- debería estar copado de “verdaderos buenos músicos”. Pero a nosotros, los “malos músicos”, no nos queda más remedio que la resignación: jamás podremos tocar las arpas celestiales.
Cuando le preguntaron al soldado nazi por qué no acató la orden de destruir París, contestó que no podía destruir algo tan hermoso. Así mismo es la música: indestructible, pero se atenta contra ella cuando no se toca con el alma
Ir hoy a un concierto es, por lo general, asistir a un museo de vanidosos a ver una colección de soberbias. A un músico no puede perdonársele que no toque con pasión.