El Colombiano

COLECCIÓN DE VANIDADES

- Por CRISTIAN FELIPE RAMÍREZ G. Universida­d de Antioquia Facultad de Historia, 8° semestre cfelipe.ramirez@udea.edu.co

Un día me dijo un profesor que quien es mala persona no puede ser buen músico. Sin entrar en criterios morales, ¡qué gran razón tenía! Y no digo que no haya manifestac­iones particular­es, pues a Wagner, tipo de difícil trato, no podrá considerár­sele mal compositor. Sin embargo, aunque la música engrandezc­a las almas, es claro que sólo las almas grandes pueden hacer verdadera música.

Porque así como algunos le adjudican a Arnold Schoen

berg el ingrato papel de haberse “tirado la música”, otros en cambio le otorgan a

Bach el mérito de haberla bajado del cielo. En ese sentido, es evidente que los músicos e intérprete­s cumplen un papel importante. Después de Bach se hace necesario transmitir un mensaje.

Y para transmitir el mensaje es necesario sentirlo, tener la sensibilid­ad necesaria para aceptarlo y darlo a comunicar. Cierto tipo de nobleza deberá imperar. Pero ir hoy a un concierto es, por lo general, asistir a un museo de vanidosos a ver una colección de soberbias. Sólo a unos pocos da gusto verlos, pues los demás andan más preocupado­s por evitar las equivocaci­ones propias de la técnica o la teoría y menos por generar ese sentimient­o con el público que lo dignifique. Porque se le puede perdonar a un músico -a menudo se hace- que se equivoque, que no haga un sostenido, que “se meta” en un silencio, o que no sepa interpreta­r una armadu- ra: pero no puede perdonárse­le que no toque con pasión. Ellos son los únicos capacitado­s para transmitir el mensaje que viene de lo desconocid­o.

Desde entonces, he creído que el cielo -en caso de existir- debería estar copado de “verdaderos buenos músicos”. Pero a nosotros, los “malos músicos”, no nos queda más remedio que la resignació­n: jamás podremos tocar las arpas celestiale­s.

Cuando le preguntaro­n al soldado nazi por qué no acató la orden de destruir París, contestó que no podía destruir algo tan hermoso. Así mismo es la música: indestruct­ible, pero se atenta contra ella cuando no se toca con el alma

Ir hoy a un concierto es, por lo general, asistir a un museo de vanidosos a ver una colección de soberbias. A un músico no puede perdonárse­le que no toque con pasión.

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