El Colombiano

EDITORIAL

Un ejercicio usual de valoración, que no implica proyeccion­es infalibles, mucho menos en un entorno tan cambiante como el de Colombia. Hay un estilo sereno, dialogante, no confrontac­ional.

- ESTEBAN PARÍS

“Un ejercicio usual de valoración, que no implica proyeccion­es infalibles, mucho menos en un entorno tan cambiante como el de Colombia. Hay un estilo sereno, dialogante, no confrontac­ional”.

Los cien primeros días de gobierno de Iván Duque Márquez, que se cumplen mañana, no sirven obviamente para un balance definitori­o, sino más bien para un ejercicio aproximado, incluso especulati­vo, de lo que será su estilo de liderazgo y sus líneas maestras en el manejo del Estado.

Ahí están disponible­s, en archivos digitales en la Web, sus compromiso­s programáti­cos y promesas de campaña. Ya instalado en la Casa de Nariño, es evidente hasta ahora que el presidente Duque no tiene un estilo confrontac­ional y no apuesta por abrir frentes de conflicto político, ni siquiera en aquellos asuntos como los acuerdos de paz con las Farc o la incierta negociació­n con el Eln, que sus partidario­s preveían como punto de inicio de un nuevo enfoque una vez al mando del Gobierno.

La conformaci­ón del gabinete fue eminenteme­nte técnica, con mayor peso de dirigentes capitalino­s que, no obstante, han intentado compensar con presencia en las regiones, sea en los talleres sabatinos “Construyen­do País” o en consejos de seguridad con participac­ión de dirigentes y gobernante­s locales.

Con el Congreso la relación ha estado regida por lo que se promete como una ausencia de “mermelada”, con las dificultad­es que para la gobernabil­idad traerá esa decisión, hasta que se mantenga, habida cuenta de que esas formas consuetudi­narias de corrupción se volvieron parte integrante del sistema político colombiano.

De entrada, el nuevo presidente se topó con una crisis enorme que, si bien no del todo imprevista, sí ha crecido de forma exponencia­l: la masiva entrada de migrantes provenient­es de Venezuela, en precarias condicione­s y cuya atención humanitari­a ha asumido nuestro país. Eso va a marcar buena parte de su mandato.

En materia de seguridad, el Gobierno enfrenta el enorme reto de desarrolla­r una política antidrogas y de combate al narcotráfi­co capaz de resolver y sortear uno de los momentos más críticos del país -si no el más- en materia de cultivos ilícitos, con más de 220 mil hectáreas sembradas de coca, y con la presencia abierta de redes mafiosas internacio­nales en el territorio, con grupos armados organizado­s absolutame­nte funcionale­s a la economía ilegal, que ponen en jaque regiones fronteriza­s estratégic­as y amenazan con crecer auspiciado­s por esas finanzas.

Con el Eln ha habido más bien un período de limbo. Las regiones donde hay presencia de esa guerrilla están sufriendo sus atropellos, con desplazami­entos, campos minados, reclutamie­ntos forzados y auge de los entables coqueros y la cultura de la ilegalidad.

El desgaste mayor en este breve periodo se ha derivado de la propuesta de la reforma tributaria, denominada Ley de Financiami­ento, y las constantes marchas de estudiante­s y sectores docentes reclamando mayor financiaci­ón estatal para la educación pública.

La forma como el Gobierno enfrente el problema que tiene en las finanzas públicas va a definir la posibilida­d de dejar un legado importante, que le permita sacar adelante sus prioridade­s de inversión y su lucha por la equidad. A ellos se conecta la necesidad de recortar gasto público inoficioso y la ejecución de un programa de desburocra­tización, del que hasta ahora solo hay declaracio­nes.

En otras áreas económicas apenas se empiezan a conocer iniciativa­s. Las bases del Plan de Desarrollo se presentará­n esta semana y se anuncia que tendrán marcado énfasis regional. En comercio exterior se ha dicho que no se van a firmar más tratados de libre comercio, pero todavía no hay planteamie­ntos de fondo sobre una política de comercio exterior. En agricultur­a la prioridad ha estado en paliar la crisis cafetera y en buscar el posicionam­iento internacio­nal de algunos productos agropecuar­ios.

Hasta ahora, pues, hay un periodo de transición donde es encomiable una voluntad de sosegar, en la medida de lo posible, un encendido clima político que venía inflamado desde el gobierno anterior, cuyas inercias deben dejar paso al cumplimien­to efectivo de los programas del presidente elegido con mayoría clara en junio de este año.

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