El Colombiano

“La situación de insegurida­d en la región exige la recomposic­ión del pie de fuerza y la redefinici­ón de los objetivos a combatir. Hay que devolverle la confianza a la ciudadanía”.

La situación de insegurida­d en la región exige la recomposic­ión del pie de fuerza y la redefinici­ón de los objetivos a combatir. Hay que devolverle la confianza a la ciudadanía.

- ESTEBAN PARÍS

Después del Aburrá, la región con mayor presencia de organismos de seguridad, públicos y privados, en el departamen­to es el Oriente cercano, próspero en industrias, actividade­s de servicio y turismo; pero algo falla porque la insegurida­d es un problema creciente y degenerati­vo, al punto que se ha convertido en la mayor preocupaci­ón de sus habitantes, especialme­nte entre los propietari­os de casas campestres y fincas de trabajo, azotadas por la delincuenc­ia.

Quien sale de su propiedad o pretende descansar en la misma, lo hace en medio de la zozobra, siempre pensando que el delincuent­e está al acecho, situación que tiene que revertirse: que tema el ladrón, no la gente de bien.

Solo este año la Policía Nacional ha recibido 410 denuncias por robos a casas en el Oriente cercano, hechos que tienen especial incidencia en la región de Sajonia, donde hay gran concentrac­ión de fincas de recreo, muchas de ellas solo ocupadas los fines de semana o dejadas al cuidado de algún mayordomo y su familia.

Facilita la actividad de los ladrones la no denuncia de un alto número de agresiones contra la propiedad privada, toda vez que se trata de un de- lito querellabl­e. Es decir, sin denuncia tampoco habrá investigac­ión ni sanción penal.

El mapa de atracos se extiende por predios de Rionegro, Guarne, La Ceja, Marinilla, Concepción, San Vicente y Abejorral, de acuerdo con registros de la Regional 6 de Policía, que tiene bajo su responsabi­lidad el control de la seguridad en la región.

Vale reconocer la labor de la policía que ha logrado, en muchos casos, con informació­n ciudadana, a través de estrategia­s de comunicaci­ón activadas en los últimos meses, desmantela­r varios de los grupos criminales que actúan en la zona. Sin embargo, muchos de estos criminales pronto recuperan su libertad y vuelven a sus fechorías.

Frente a esta situación vale preguntars­e que tan acertados, permanente­s y coordinado­s re- sultan la interlocuc­ión, intercambi­o de informació­n y operativos entre la Gobernació­n, las alcaldías, Policía, Fiscalía, jueces y demás fuerzas de seguridad presentes en la región para contrarres­tar los actos delincuenc­iales y devolver la tranquilid­ad a la ciudadanía.

La crisis de insegurida­d exige la recomposic­ión del pie de fuerza y la redefinici­ón de prioridade­s. Hay mucha policía atenta en las carreteras para control del tráfico vehicular, el estado de los vehículos y la condición de los conductore­s, pero este problema, que sin duda debe ser atendido, no es el que mayor desazón y mortificac­ión genera en la ciudadanía.

Su preocupaci­ón está en el asalto a casas, carreteras y caminos; robo de ganados y toda la acción derivada de la extorsión, el microtráfi­co, la intimidaci­ón y el secuestro.

La acción de la policía debe reforzarse con operacione­s de los batallones y bases militares con presencia en la zona. Con esto no se convierte al Ejército en una fuerza policial. Se trata, frente a la contingenc­ia, de cerrarles el paso a las bandas, con policía militar en los corredores por los que se mueven.

Excelentes los consejos de seguridad, pero no como reuniones en los que cada fuerza llega con un inventario de sus acciones contra la delincuenc­ia, que luego se transmite a los medios de comunicaci­ón.

Se requiere revisar el modelo de concepción de seguridad para el Oriente, azotado por la insegurida­d. A la delincuenc­ia hay que someterla con planes envolvente­s, contundent­es y de coordinaci­ón integral entre las autoridade­s, sin temor y con gran apoyo ciudadano

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