EL PEQUEÑO VENDEDOR DE HUMO
No me gustan los siete enanitos. Ni las manzanas envenenadas.
Si me permitieran elegir un cuento infantil para retratar la realidad nacional seguiría los pasos de Víctor Gaviria con La vendedora de Rosas, y optaría por la poesía del clásico de Hans Christian Ander
sen: La pequeña vendedora de fósforos.
En una solitaria noche de Año Viejo, con hambre y casi a punto de congelarse, una niña que vendía fósforos regresaba a casa con la frustración de no haber vendido sus destellos de luz. Vencida por el cansancio y el temor, se agazapó en una esquina; no quería enfrentar a su papá, quien le pegaría por no traer ni un centavo.
Comenzó a encender, uno a uno, los fósforos que llevaba en su delantal para evitar que la cubriera la oscuridad que asomaba desde muy temprano…
Sale el primer fósforo del bolsillo presidencial: “Ernesto
Macías merece todos los reconocimientos que ha recibido, porque su historia es la de un país que tiene ese ímpetu de salir adelante”, con estas palabras Iván Duque trató de iluminar al presidente del Senado. Macías recibió la Orden de Boyacá días después de haber pronunciado en la posesión presidencial un discurso opaco, colmado de imprecisiones y datos falsos.
La cabeza roja rodó antes de rozar la banda áspera de la caja.
La penumbra inminente requirió un nuevo destello. “Tengo toda la confianza en el ministro [ Alberto Carrasqui
lla]. Además, creo que el ministro, que es una persona que llama las cosas por su nombre y que es una persona bastante ecuánime, dio una respuesta muy clara”. Los bonos de agua mojaron los fósforos justo antes de que se encendiera (por combustión espontánea) la Ley de Financiación.
Pero la caja sigue llena. El pequeño vendedor de fósforos, abatido por no haber podido nombrar a la hermana de su publicista – Juan Carlos
Ortiz– en la Unidad Nacional de Protección, ahora trata de sacarle algún destello en la Agencia de Desarrollo Rural: “[Claudia Ortiz] es una mujer preparada, capaz, honesta, que tiene una formación de más de veinte años en el sector público”.
En Colombia, la separación de poderes sí que es un cuento de hadas: “El fiscal general [ Néstor Humberto Martínez] a raíz de esto [corrupción de Odebrecht y de- sarrollo posterior] ha puesto la cara. Vi que le dio una entrevista a Juan Roberto Var
gas, vi que sacó una carta pública y yo creo que él tiene que seguir mostrando a la opinión pública esos argumentos”, dijo el mandatario a la revista Semana.
El lunes, en los medios de comunicación, el presidente encendió un nuevo fósforo por un fiscal ad hoc.
De defensa en defensa, Duque insiste en gastar toda la caja. Olvida la moraleja del cuento de Andersen que termina con su protagonista sola, sin aliento, tendida en la calle, deslumbrada por la imagen de su abuela eterna.
Tanto fósforo encendido lo ha convertido en un vendedor de humo: las encuestas de popularidad le están pasando factura.
Nada de colorín colorado. Que el presidente reserve su lumbre: cuando salgan a la luz los primeros informes de la Comisión de la Verdad, ni una procesión de antorchas podrá defender lo indefendible. Entonces…
Acude a mi memoria un viejo aviso publicitario de fósforos: “El Rey nunca pierde la cabeza”
Si me permitieran elegir un cuento infantil para retratar la realidad nacional seguiría los pasos de Víctor Gaviria con La vendedora de rosas...